Unas adivinanzas españolas de Lope de Vega: estudio de una fórmula cómica en la Jerusalén conquistada (1609) y La doncella Teodor (c. 1608-1610)*

Antonio Sánchez Jiménez

Université de Neuchâtel
antonio.sanchez@unine.ch

En el cuadro final del tercer acto de La doncella Teodor (c. 1608-1610)1, Lope de Vega pone en escena el duelo entre Teodor y los sabios de la corte del sultán de Constantinopla. El enfrentamiento, preparado según deseos de la protagonista (vv. 2.678-2.721), supone el clímax de la comedia y se dispone en una escena de gran aparato que detalla cuidadosamente la acotación autógrafa de Lope:

Haya un dosel con gradas, unas sillas arriba, un bufete abajo y otra silla y dos bancos a los lados. Salgan acompañamiento y Finardo, Beliano, filósofo, y dos hijas suyas, Demetria y Fenicia, Tibaldo, otro sabio, Teodor con laurel en la cabeza y el Soldán; él se asiente arriba, ella detrás del bufete y los sabios en sus bancos (Vega, 2008: 372)2.

Tras la entrada de los personajes, se organiza el debate, que culmina en la escena que nos interesa. En ella, el gracioso Padilla interroga a Teodor con una serie de adivinanzas chuscas sobre ciudades y elementos notables de España: Madrid, Salamanca, Toledo, Segovia, el río Guadiana…, adivinanzas todas que el público reconocería. El presente trabajo examina este pasaje en relación con unos versos del libro XV de la Jerusalén conquistada (1609), también protagonizados por un español y un sultán (en esta ocasión, Saladino). Tras proporcionar un breve estado de la cuestión, analizamos las adivinanzas de La doncella Teodor y las comparamos con las de la Jerusalén, estudiando su función respectiva y reflexionando sobre la pertinencia de este eco textual para resolver cuestiones como la datación de la comedia o los usos autoriales de Lope.

1. Estado de la cuestión

Las dos obras que nos interesan han gozado de desigual fortuna, pero tienen en común que, por diferentes motivos, no están entre las más estudiadas del corpus lopesco3. La doncella Teodor cuenta con tres ediciones modernas: la de Menéndez Pelayo (1913) y dos del mayor experto en el texto, González Barrera (2007b; 2008). El primer estudio que conocemos sobre la obra es también de Menéndez Pelayo (1941), quien la inscribe en la tradición ginófila, aunque critica algunos aspectos característicos de la misma, como el supuestamente «largo y pedantesco razonamiento sobre las mujeres sabias, con un largo catálogo de ellas» (1941: 250). Tras algunas menciones en monografías —destaca la de McKendrick, en su reflexión sobre la «Scholar and Career Woman» (1974: 224)—, conviene destacar el trabajo de Case (1994), quien estudia los roles sexuales en la comedia y la interpreta como parodia de textos cervantinos (Los tratos de Argel y Los baños de Argel) y de la novela bizantina en general, lectura arriesgada, pero que tiene el mérito de avanzar la hipótesis de González Barrera (2005; 2006; 2007a; 2007b; 2008) y Fernández Rodríguez (2015; 2017; 2019) sobre la adscripción de La doncella Teodor en el subgénero de la comedia bizantina4. Asimismo, abundan los trabajos como los de Menéndez Pelayo (1941: 219-244), Darbord (1995), Case (1996) y González Barrera (2006), que estudian cómo las diferentes versiones de la historia desarrollaron su temática partiendo de su origen musulmán. Centrado exclusivamente en la comedia lopesca, Jerez-Gómez (2010) explica cómo la mezcla de erotismo y defensa de la capacidad intelectual femenina que encontramos en La doncella Teodor debió de hacerla exitosa en la época. Por su parte, Gómez Canseco (2010: 41-43) clasifica la obra entre las comedias de tema turco de Lope, pues hay escenas importantes que se desarrollan en Estambul, lo que también nota Madroñal (2011), quien contextualiza La doncella Teodor dentro del ciclo de comedias toledanas de Lope5, e incluso llega a relacionarla con la Jerusalén (que trata asimismo el tema de Constantinopla) (2011: 186), conexión importante para nuestros propósitos. Además, Madroñal estudia La doncella Teodor en relación con La Santa Liga y La prueba de los ingenios, pues la comedia comparte con la primera algunas caracterizaciones y con la segunda el tema de la mujer que luce su ingenio. Por último, Mochón Castro (2012: 101-114) traza el linaje de la historia de la doncella Teodor en una tradición de defensa de la inteligencia femenina, compara la comedia con otras obras lopescas (La prueba de los ingenios, por ejemplo) y subraya los méritos de Lope al actualizar y rescatar un tema que había caído al nivel de la literatura de cordel. Hemos mencionado ya las contribuciones de González Barrera y Fernández Rodríguez, que merecen atención especial porque han contextualizado La doncella Teodor en un género (comedia bizantina) que definió el primero de estos dos estudiosos fijándose en la estirpe de Heliodoro (viajes por mar, amantes separados, peripecias, anagnórisis y final feliz) y que el segundo ha matizado y relacionado con traducciones de los clásicos y algunas fuentes italianas muy presentes en Lope.

En cuanto a la Jerusalén, su importancia en la carrera de Lope y en la épica áurea no nos permite realizar un estado de la cuestión, ni siquiera panorámico, pues los estudios sobre su adscripción genérica6, fuentes7 y espíritu abundan. Sí que conviene señalar la existencia de dos ediciones modernas: las de Entrambasaguas (1951-1954) y la de Carreño (2003), por la que citaremos.

2. La doncella Teodor

Para comenzar examinando la acción de La doncella Teodor donde la dejamos, tras la entrada en escena los personajes se distribuyen en sus posiciones respectivas sobre las tablas. A ellos se une el galán toledano don Felis, amante de Teodor y agente del rey de Persia, para presenciar el debate acompañado de su criado Padilla, el gracioso, que aparece cómicamente vestido «de sabio con una ropa y guantes y una gorraza colorada» (Vega, 2008: 374). Uno de los sabios de verdad, Beliano, le propone al sultán que sean sus hijas Demetria y Fenicia quienes comiencen interrogando a Teodor (vv. 2.905-2.910)8. El sultán acepta y Teodor las vence haciendo gala de sus conocimientos de teología e historia natural
(vv. 2.960-3.129), tras lo cual entra a la palestra el propio Beliano, quien antes de confesar su derrota le propone a Teodor diversas cuestiones morales y naturales (vv. 3.130-3.187). Por último, Tibaldo le presenta a Teodor el enigma de Edipo (vv. 3.187-3.219), y Foresto una pregunta sobre los orígenes del matrimonio y otros problemas que la sabia doncella elucida con facilidad (vv. 3.121-3.278). Entonces comienza la breve escena que nos interesa, pues el gracioso Padilla, vestido, recordemos, de sabio, pretende también interrogar a Teodor con lo que Menéndez Pelayo (1941: 254) y Mochón Castro (2012: 105) han definido como «enigmas de broma». El diálogo es suficientemente breve para citarlo completo:

Padilla ¿Cuál es la sala en que caben
seis mil hombres por lo menos?

Teodor Salamanca, allá en España.

Padilla ¡Acertola, por san Pedro!

¿Cuál es la puente en que pace

ganado blanco y moreno,

espacio de siete leguas?

Teodor Aquel prado en cuyo centro

pasa el río Guadïana.

Padilla ¡Oste puto, yo me pierdo!

¿Cuál es aquel animal

en cuyo famoso pecho

caben más de diez mil hombres?

(Aquí la cojo y la venzo).

Teodor El León, ciudad de España.

Padilla ¡Acertola, malo es esto!

¿Cuál es la villa fundada

sobre centellas de fuego?

Teodor Madrid, sobre pedernales

en el reino de Toledo.

Padilla ¡Papósela, por San Blas!

¿Cuál es (aquí la derriengo)

una puerta que cerrada

entran y salen sin cuento

cuantos quieren cada día?

Teodor La misma que en ese pueblo

llaman la Puerta Cerrada.

Padilla ¡Mal año, malo va esto!

¿Cuál es aquel pasadizo

entre dos ciudades puesto?

Teodor Es la puente de los barcos

que tiene los dos estremos

en Sevilla y en Triana.

Padilla ¡Vive Cristo que me yelo!

¿Cuál es la fruta española

en cuya cáscara vemos

un millón de hombres?

Teodor Granada.

Padilla ¡Aderézame esos bledos! (vv. 3.298-3.335) .

El pasaje proporciona un contraste cómico con las escenas previas, y no solo por el contenido de los enigmas, que examinaremos enseguida, sino porque viene enmarcado en una apuesta por la cual el que pierda el enfrentamiento deberá desnudarse (vv. 3.286-3.291), desafío que debemos entender en la tradición de retos cómicos con los graciosos9. En La doncella Teodor, el desafío entraña un riesgo añadido, pues Teodor es mujer y doncella, por lo que la desnudez, cómica en él, sería en ella escarnio. Sin embargo, a estas alturas de la obra el público adivinaría que Padilla va a perder y escucharía con agrado las adivinanzas del gracioso.

Como hemos avanzado, los enigmas de Padilla versan sobre España, de donde proceden Padilla, don Felis y Teodor. Estilísticamente, estas siete maravillas ibéricas se pueden dividir en varias categorías. Unas son claramente juegos de palabras: se construyen sobre sendos equívocos las dedicadas a León (ciudad y animal) y Granada (ciudad y fruta), e incluso la de la Puerta Cerrada de Madrid (nombre propio y adjetivo); un calambur es la que trata de Salamanca. Diferentes son los acertijos relativos al Guadiana, Madrid y Triana, que se basan más bien en hipérboles metafóricas sobre peculiaridades de la geografía hispana. Puesto que el evanescente curso del Guadiana10 y el puente de barcas de Triana son muy conocidos, centrémonos por el momento en la adivinanza sobre las murallas de Madrid, que alude a una tradición que difundía la literatura corográfica sobre la villa y corte. Según estos textos, las murallas de la ciudad estarían construidas con pedernal y, por tanto, serían, metafóricamente, muros de fuego, pues el pedernal sirve para encenderlo. Desde luego, la noticia estaba muy extendida en la época y se encuentra en textos tan dispares como el relato de viaje de Navagero (García Mercadal, 1999: II, 37) o las corografías de Jerónimo de la Quintana (1629: f. 31r) y González Dávila (1623: f. 13r). Podemos suponer, pues, que gran parte del público de los corrales madrileños podría resolver la adivinanza con tanta facilidad como Teodor.

3. La Jerusalén conquistada

En cualquier caso, encontramos una versión extensa del pasaje en el libro XV de la Jerusalén conquistada, publicada precisamente en 1609, esto es, en pleno arco temporal de la composición de La doncella Teodor, aunque el libro presenta algunas complicaciones de datación que conviene revisar brevemente antes de entrar en materia: como es conocido, la obra aparece mencionada por primera vez en el prólogo de la edición de las Rimas (1604), donde Lope prometía acabar pronto el poema, que tendría dieciséis libros. En efecto, la obra parecía terminada en 1605, cuando el Fénix le cuenta al duque de Sessa que quería imprimirla con celeridad (Sánchez Jiménez, 2018: 164). No obstante, y aparentemente por problemas de censura, la Jerusalén solo apareció en 1609 y con veinte libros, no dieciséis: Lope la debió de completar entre ese 1605 y agosto de 1608, fecha del privilegio11.

En la epopeya lopesca, un embajador de los reyes cruzados, el español Garcipacheco, acude a Saladino. El pasaje comienza con ecos de lo que podríamos denominar el «paradigma de la embajada» en Lope. Esta estructura, presente en diversas comedias del Fénix, supone una entrada pomposa en escena, normalmente un desfile que usa los dos extremos de las tablas, por los que aparecen diversos grupos de personajes. Aunque esta particularidad escénica no afecta a la Jerusalén, que no es una obra dramática, el paradigma de la embajada en Lope suele asociarse a ciertas escenas que nos interesan, como la del embajador arrogante que se da a sí mismo asiento cuando no se lo ofrecen. Es lo que ocurre en la Jerusalén con Garcipacheco, embajador en la corte de Saladino:

Pacheco mira al Saladino y mira

si hay por toda la sala algún asiento

y, como no le ve (cosa que admira,

hecho español, gallardo atrevimiento),

una almohada de sus pies retira

del persa, al atrevido brazo atento,

y sin respeto a tanta piedra bella

bajola un poco y asentose en ella

(Vega, 2003: XV, estr. 110).

Entrambasaguas (1951-1954: III, 285-289), que ha estudiado las fuentes del pasaje, conecta este comportamiento de Garcipacheco con el cuento XXIX del Patrañuelo de Timoneda (referido a un embajador veneciano ante el Gran Turco), con la Floresta española de Francisco Asensio (relativo a Roberto, duque de Normandía, ante Constantino de Jerusalén), con la Floresta española de Melchor de Santa Cruz (relativo al duque de Alba) y con el Deleite de la discreción de Fernández de Velasco (relativo a don Diego de Mendoza ante el sultán)12. Además, el episodio tiene claros paralelos en otras obras de Lope: por ejemplo, en El casamiento en la muerte (Vega, 1997: vv. 862-907) y El honrado hermano (Vega, 2019: vv. 1.136-1.228), donde Bernardo del Carpio y Horacio, respectivamente, encarnan la actitud propia de otro paradigma, el de la «embajada arrogante» (Sánchez Jiménez, 2019: 925). En la Jerusalén, aunque Saladino se molesta por la actitud del embajador español, se controla y busca impresionarle enseñándole sus tesoros (estrs. 116-128). Garcipacheco vuelve a reaccionar con la proverbial «jactancia española» y encontramos el pasaje que nos interesa, que está lleno de lo que Rennert y Castro llamaron rodomontadas y «chistosas exageraciones» (1968: 171-172). Estos chistes son, por supuesto, nuestras adivinanzas españolas.

El episodio es extenso, pero merece que lo citemos para que se pueda comparar con el de La doncella Teodor:

128

Garcipacheco, atento a la riqueza

del Saladino, dijo: «allá en España

hay otras cosas de mayor grandeza,

si es la grandeza ser la joya estraña;

puente tiene mi rey de tal belleza

que encima della, a guisa de montaña,

pacen y se sustentan como en prado

cuarenta mil cabezas de ganado.

La puente de Guadiana que se hunde por espacio de siete leguas.

129

Sala tiene mi rey donde sin daño

viven y caben treinta mil personas,

y un tinte al pie de un monte cuyo paño

renta a la suya veinte mil coronas;

tiene un monte de casas tan extraño

que no le ven igual las cinco zonas,

de un muro de agua alrededor cercado

que deja de ser isla por un lado.

Salamanca.

Segovia.

Toledo, solo le deja de cercar el Tajo por la parte de la Vega.

130

Tiene una villa en fuego fabricada

y llena de agua saludable y fría,

adonde está una puerta que cerrada

por ella entran mil hombres cada día;

de campaña tan fértil adornada

que en abundancia a Baco y Ceres cría,

y un río que en su mano el agua tiene,

porque a veces se va y a veces viene.

Madrid.

La puerta que llaman Cerrada, en que hasta hoy se conservó la sierpe de piedra que los griegos que la fundaron traían por arma; está en el estudio.

Manzanares, que se seca algunas veces.

131

Si cuando aquesto, dijo el castellano,

la máquina estuviera fabricada

por el prudente rey Filipo hispano

al abrasado aragonés sagrada;

si aquel insigne templo soberano

donde la arquitectura está admirada,

consumiendo su fuego en las parrillas

las siete celebradas maravillas;

El Escorial.

132

si viera las pinturas donde pudo

Prometeo poner la inmortal llama,

en cuyos vivos rostros habla un Mudo,

y en los bronces de Jácome la fama;

si viera el austro y español escudo

donde Filipo tiene eterna cama,

si viera la no vista librería,

historia de su grande monarquía,

Prometeo hurtó la llama al sol, con que animó los hombres que había hecho de barro, Ovid. libr. I. y en su Mitologia. Nat. Comes, lib. 4. cap. 6.

El Mudo, pintor insigne español.

Jácome de Trenzo, lombardo.

133

decir pudiera bien que su grandeza

es la mayor del mundo, y si tratara

de la virtud, que es la mayor riqueza,

al mismo santo rey le señalara».

Pacheco, en fin, prosigue: «la nobleza

de España, ¡oh, persa!, eternamente clara,

una calle (¡qué estraña maravilla!)

tiene sin tierra y piedras en Sevilla;

La puente de Triana sobre barcos.

134

por ella dos ciudades contratando

se comunica, y pasa varia gente

sin mucha que, debajo atravesando,

ni los de arriba estorba ni lo siente;

y en los prados que llaman de Guisando,

cosa tan digna que se escriba y cuente,

un ganado de toros tan extraños

que hay alguno que tiene dos mil años.

Los Toros de Guisando.

135

Tiene en Segovia un barrio cuya gente

toda debajo de las aguas vive,

y una casi ciudad tan eminente

que en segunda región aire recibe;

y una fruta de un árbol excelente,

en cuya verde cáscara se escribe

que tienen veinte mil hombres posada

cual los granos están en la granada.

El azoguejo de Segovia, por encima del cual van los conductos del agua de su puente.

Calatrava, que está sobre un altísimo monte.

La ciudad de Granada.

136

Hay una fuente cerca de Toledo

que vierte mil jacintos por la boca,

y otra en Almagro de licor acedo

que deshace un diamante si le toca;

y dos damas que en verlas ponen miedo,

más altas que la más excelsa roca,

una bermeja y otra, aunque morena,

de verdes ojos y regalos llena.

La fuente de los jacintos en San Bernardo de Toledo.

La Fuente de Almagro, de extraña maravilla.

Sierra Bermeja y Sierra Morena.

137

Y como el agua cierta parte ahogue

de un paño verde en que cayó una mancha,

y su piedad el cielo no derogue,

de rojo trigo a toda España ensancha;

tiene de plata y bullicioso azogue

tan grande cantidad que en una plancha

está sentado un cerro que la guarda,

mientras Alfonso de sacalla tarda»

(Vega, 2003: XV, estrs. 128-137).

Los campos de La Mancha.

Las minas de muchas partes de España.

El pasaje podría ser una amplificación del de La doncella Teodor —si es que es posterior—, pues comparte con la comedia algunos elementos (Salamanca, Guadiana, León, muros de Madrid, Puerta Cerrada, puente de Triana, Granada), pero también añade otros muchos. Es el caso de la industria de paños de Segovia, Toledo, Manzanares, El Escorial (con sus pinturas, estatuas, habitación de Felipe II, biblioteca), los Toros de Guisando, el Azoguejo de Segovia, Calatrava, las fuentes de los Jacintos y de Almagro, Sierra Bermeja, Sierra Morena, la Mancha y las minas. Como se puede observar, Lope los va explicando en las apostillas marginales, recurso, obviamente, imposible en el teatro. Su orden resulta difícil de determinar y, en todo caso, no parece seguir criterios geográficos, pues el Fénix pasea libremente por Castilla y Andalucía. Así, dedica una octava al exordio y al Guadiana, tras lo que encontramos otra sobre tres ciudades castellanas (Salamanca, Segovia y Toledo). Le sigue una octava madrileña, con los acertijos de los muros, la Puerta Cerrada y el nuevo del Manzanares, y después encontramos dos octavas y media consagradas al palacio-retiro de Felipe II en los alrededores de Madrid, El Escorial. Luego, dos medias octavas pintan el puente de Triana y el Guadalquivir (con la «gente» —peces— que vive en sus aguas), y media más, los Toros de Guisando. La mención a Segovia y el barrio bajo el acueducto (el Azoguejo) podría aglutinar una sección de agua o fuentes, pero no es así, pues volvemos a la Mancha con Calatrava y a Andalucía con Granada, tras lo que tenemos las fuentes de Toledo y Almagro, las sierras, la Mancha y las minas. En lo que sí hay coherencia con el pasaje de La doncella Teodor es en los recursos que emplea Lope para construir los acertijos: la mayoría siguen siendo equívocos sobre los nombres de los lugares o personajes en cuestión (el Mudo, Toros de Guisando, fuente de los Jacintos, Sierra Bermeja, Sierra Morena, la Mancha), con un pequeño porcentaje que se forma sobre hipérboles (Toledo, El Escorial13, el Azoguejo, fuente de Almagro, minas).

Asimismo, podemos identificar ciertas semejanzas con La doncella Teodor en la estructura de la escena. Quien enuncia los acertijos es un español, y siempre ante un sultán, aunque, claro, en La doncella Teodor las adivinanzas son preguntas que va resolviendo Teodor (el sultán es un mero espectador del triunfo de la dama) y, en la Jerusalén, bravatas de Garcipacheco, quien, aunque rodomontesco en su comportamiento, es un hidalgo toledano, no un criado apicarado. En cualquier caso, lo indudable es que son pasajes relacionados.

4. Las fuentes y su transformación

Cabe preguntarse de dónde proceden estas pintorescas noticias o, al menos, la idea de acumularlas en una serie de acertijos. Podemos comprobar que, según algunos contemporáneos, las adivinanzas tenían curso popular14 fijándonos en lo que sostienen Pedro de Medina y Diego Pérez de Mesa al comentar la hipérbole que sirve de base a una de ellas: «vulgarmente suele decirse que tiene el río Guadiana una puente que dura siete leguas» (1595: f. 143r)15. Sin embargo, también podemos indicar un origen textual de la escena y de las adivinanzas: una versión que da Gonzalo Fernández de Oviedo de la embajada a Tamerlán en tiempos de Enrique III de Castilla.

No obstante, no menciona a González de Oviedo el primer testimonio impreso que conocemos que recoge el material de las adivinanzas. Nos referimos al de López de Hoyos, quien en su «Declaración de las armas de Madrid» (1569), inserta en su relación de las exequias a doña Isabel de Valois, da noticia de la materia que conformará las adivinanzas madrileñas:

las murallas [de Madrid] son de pedernal finísimo, de lo que se saca fuego, […] y finalmente en todo este territorio hay mucho pedernal, y particularmente en las canteras de Madrid que llaman las Almadrabas de Vallecas (1569: f. Ff5v).

Concretamente, López de Hoyos las presenta como tales adivinanzas y las contextualiza en la dicha embajada a Tamerlán:

Siendo, pues, este Clavijo embajador del rey Enrique III de España, queriéndole el gran Taborlán mostrar algunas cosas notables, le dijo: «Mira esta ciudad y la fortaleza de sus murallas». El cual le respondió: «No te maravilles, señor, de ver esto, porque el gran León de España, mi señor, tiene una ciudad que se llama Madrid la Ursaria que es muy más fuerte, porque está cercada de fuego y armado sobre agua y entran en ella por una puerta cerrada» (1569: f. Ff6v).

López de Hoyos prosigue explicando cómo Clavijo le contó a Tamorlán por qué llaman «gatos» y «escarabajos» a los madrileños, tras lo que trae otra anécdota que también nos interesa, pues se encuentra asimismo en nuestra lista de adivinanzas en La doncella Teodor y la Jerusalén:

De todo lo cual quedó muy admirado el gran Tamborlán, y en especial de lo que le dijo este embajador, mostrándole una puente el gran Taborlán, que su señor el León de España tenía una puente donde se apacentaban diez mil cabezas de ganado, lo cual dijo por el río de Guadiana, el cual se hunde diez leguas por debajo de tierra a diez o doce leguas de Mérida, en Extremadura (1569: f. Ff7r).

El diálogo entre Clavijo y Tamerlán que encontramos en López de Hoyos vuelve a recogerse años más tarde en la Historia del gran Tamorlán (1582), de Argote de Molina, quien esta vez señala claramente a Oviedo como origen de la noticia:

Entre las cosas que Gonzalo Fernández de Oviedo escribe del Tamorlán dice que tenía un anillo con una piedra de tal propiedad que cuando alguno decía mentira en su presencia, la piedra mudaba de color y que teniendo Ruy González de Clavijo noticia de este anillo hablaba al Tamorlán muchas cosas de las grandezas de España por metáforas, y como lo que le decía era verdad y el Tamorlán vía la piedra en su verdadero color admirábase de las cosas que le decía. Entre otras refiere haberle dicho que el rey su señor tenía tres vasallos de linaje que traían en campo seis mil caballeros y de espuela dorada, por los maestres de Santiago, Alcántara y Calatrava, y que tenía una puente de cuarenta millas en largo sobre la cual pacían docientas mil cabezas de ganado, por el espacio de tierra que hay donde se esconde el río de Guadina [sic] hasta el lugar donde torna aparescer; que tenían un león y un toro que se mantenían cada día del pasto de doce vacas, por alusión del nombre de las famosas ciudades de León y Toro; que tenía una villa cercada de fuego y armada sobre agua, por la villa de Madrid, abundosa de ella, por muchas fuentes, y cercada de muro de pedernales; que tenía tres canes que peleaban en el campo por docientas lanzas castellanas, por las tres villas de este nombre, Can de Roa, Can de Muño y Canes de Zurita (1582: f. ¶5r).

Concretamente, Argote de Molina se refiere a lo que «escribe Gonzalo Fernández de Oviedo, cronista de los Reyes Católicos, en su Historia general de España tratando de la vida del rey don Enrique de Castilla, tercero de este nombre» (1582: f. ¶2v), aunque lo cierto es que Oviedo no tiene ninguna obra con este título. En cualquier caso, Argote no puede evitar un comentario escéptico al final del relato:

Déjanos la antigüedad memoria de estas cosas, que aunque parecen indignas de historiadores graves, el lugar y materia de que se trata permite escrebirlas como las hallamos. Consejas llamaron nuestros padres a cuentos semejantes, que el vulgo tiene tan recebidos que por mí no perderán un punto de su crédito (1582: f. ¶5r).

Si Argote insiste sobre el tenor oral y popular de estas adivinanzas, en 1629, años después de los textos lopescos que nos interesan, Jerónimo de Quintana vuelve a apuntar hacia Fernández de Oviedo y el primer autor que hemos citado, López de Hoyos y su «Declaración de las armas de Madrid» (1569), aunque aclarando cuál es exactamente la obra de Oviedo que dio origen a la noticia. Tras mencionar las maravillas que le mostró Tamorlán a Clavijo, Quintana trae la siguiente respuesta del embajador castellano:

No te admires, ¡oh, gran señor!, de lo que me has mostrado, porque el gran León de España, mi señor, tiene una ciudad que se llama Madrid la Ursaria muy más fuerte que esta por estar cercada de fuego y fundada sobre agua, a la cual se entra por una puerta cerrada, y hay en ella un tribunal donde los alcaldes son los gatos y los procuradores, los escarabajos, y andan por las calles los muertos (1629: f. 209v).

Quintana explica las bromas madrileñas y prosigue en estilo indirecto:

Entre otras paradojas que le dijo fue que el rey de Castilla, su señor, tenía tres vasallos a quien servían más de mil caballeros que calzaban espuelas doradas, por los maestres de las tres órdenes militares, Santiago, Alcántara y Calatrava, y que tenía una puente donde se apacentaban diez mil cabezas de ganado, por el río Guadiana, que en tierra de Estremadura se hunde por debajo de ella diez leguas, al fin de las cuales se vuelve a descubrir. Y, últimamente, que tenía un león y un toro que todos los días del mundo se comían ciento y cincuenta vacas y otros tantos o más carneros y puercos, por las ciudades de Toro y León (1629: f. 211v-r).

Quintana no deja de ponderar el asombro de Tamorlán, que miraba su anillo mágico sin que cambiara de color, y cita para autorizar que la embajada fue histórica las Quinquagenas de Fernández de Oviedo (1629: f. 211r), a quien vuelve a mencionar al final del pasaje, acompañado, como adelantamos, de López de Hoyos:

Y si bien semejantes cuentos desdicen en alguna manera de la gravedad de la historia, pero por habernos dejado la antigüedad memoria de ellos, la materia de que tratamos permite referirlos como los hallamos escritos por el capitán Gonzalo Fernández de Oviedo y por el maestro Juan López de Hoyos en los lugares citados, y por Argote de Molina, […] el cual, aunque no los refiere en él, el vulgo los tiene tan recibidos que parece algo de temeridad contradecir su buena fe y crédito en esta parte (1629: f. 211r).

En efecto, el diálogo se encuentra en el tomo segundo del manuscrito de las Quinquagenas de Fernández de Oviedo (1555), concretamente en la quincuagena II, estanza XXXIII, donde el cronista interrumpe su relato de la embajada a Tamerlán para indicar una «fábula» que al respecto «anda entre el vulgo» (f. 65v), que son las preguntas de Clavijo a Tamerlán: el «puente» sobre el que pacen «muchos millares de ovejas et otros ganados» (el consabido Guadiana), el puente de Segovia (que Lope transforma en un acertijo sobre el barrio del Azoguejo), los tres maestres de las órdenes militares, el león y el toro (las ciudades de León y Toro), los tres perros guerreros (Can de Roa, Can de Muño y Canes de Zurita) y la «villa cercada de fuego et fundada sobre agua» (Madrid), todo aderezado con la sorpresa de Tamerlán al comprobar, gracias a su anillo mágico, que Clavijo no mentía. Finalmente, Oviedo acaba explicando que tal «fábula et historia anda por el mundo entre vulgares» (f. 66v).

Ese es, pues, el origen de la historia que tantos textos recorriera hasta llegar a la Jerusalén y La doncella Teodor. En tiempos de Lope, la anécdota se había convertido en toda una «conseja» y fortísima tradición popular madrileña. En los dos pasajes que hemos examinado, el Fénix bebe de ella, ya sea directamente o ya sea a través de Argote, aunque Lope actualiza las noticias con las menciones a maravillas de su tiempo (El Escorial) y a ciudades que conoce bien, como Sevilla, Toledo y Madrid, amén de otras inventadas por el mismo estilo que las de Oviedo.

5. Conclusión

En suma, hemos mostrado que en La doncella Teodor y la Jerusalén conquistada hay dos escenas paralelas que se iluminan mutuamente y que dan muestras de una auto-reescritura lopesca, auto-reescritura que además actúa en la dirección habitual en el Fénix: lo que Lope desarrolla en su obra no dramática lo reaprovecha luego, a veces en múltiples ocasiones, para sus comedias (Sánchez Jiménez, 2014a: 412). En nuestro caso, la Jerusalén presenta un extenso pasaje que debemos entender en el contexto del «paradigma de embajada» y de la arrogancia española, y que poco más tarde Lope aprovecha en La doncella Teodor como cantera para unas pocas adivinanzas chuscas del gracioso Padilla. Las dos obras tienen una datación complicada: la Jerusalén Lope la escribe en, al menos, dos etapas: en torno a 1604 y entre esa fecha y 1608; en cuanto a La doncella Teodor, la crítica solo nos ha podido proporcionar una fecha conjetural: entre 1608 y 1610.

El dato clave para poder precisar algo más esta cronología es la fuente de los dos pasajes: una anécdota sobre la embajada a Tamerlán que procedía de las Quinquagenas de Fernández de Oviedo y que Lope pudo leer en López de Hoyos y Argote de Molina, pero que desarrolla bastante en la Jerusalén, actualizándola y, sobre todo, madrileñizándola y toledanizándola (tres noticias sobre Madrid y varias más sobre El Escorial; dos anécdotas sobre Toledo). Puesto que la última fase de escritura de la Jerusalén se dio en estas dos ciudades castellanas, el dato resulta interesante: podría indicar que el Fénix incluyó en el pasaje en cuestión elogios a su lugar de residencia. Si tuviéramos que elegir entre Madrid y Toledo, sin embargo, el contexto nos inclina por la segunda. En efecto, el personaje original de la anécdota (Ruy González de Clavijo) era madrileño, pero Lope le adjudica la hazaña a un protagonista toledano, por lo que tal vez sea prudente situar en la etapa toledana del Fénix (esto es, entre 1604 y 1607) la redacción de esta parte de la Jerusalén y, por tanto, del origen lopesco de la historia de las adivinanzas. En ese sentido, y si aceptamos el arco temporal de redacción de La doncella Teodor que proponen Fichter (1941) y González Barrera (2007: I, 169-170; 2008: 31), esto es, abril de 1608 a abril de 1610, el pasaje de la Jerusalén precede al de La doncella Teodor y la comedia resumiría lo desarrollado en la epopeya trágica. Es más, parece probable pensar también que Lope debió de escribir La doncella Teodor poco después de la escena de la Jerusalén, mientras la mantenía fresca en la memoria y guardaba aún su interés en el episodio. Por consiguiente, parece plausible fechar la comedia en 1608, al inicio del arco cronológico que proponen los críticos. Igualmente interesante es señalar el contexto común de la escena en La doncella y la Jerusalén: un toledano en la corte de un sultán. Este detalle demuestra que el Fénix era perfectamente consciente del origen de la tradición (la embajada a Tamerlán) y del hecho de que estaba realizando variaciones sobre la misma.

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Recibido: 10/12/2020

Aceptado: 19/04/2021

Unas adivinanzas españolas de Lope de Vega: estudio de una fórmula cómica en la Jerusalén conquistada (1609) y La doncella Teodor (c. 1608-1610)

Resumen: El presente trabajo examina un pasaje de una comedia de Lope de Vega, La doncella Teodor, en el que el gracioso español Padilla le propone a la protagonista unas jocosas adivinanzas que ella va solventando en presencia del sultán. Concretamente, analizamos el episodio en relación con unos versos del libro XV de la Jerusalén conquistada (1609), también protagonizados por un español y un sultán (en esta ocasión, Saladino). Tras proporcionar un breve estado de la cuestión, estudiamos las adivinanzas de La doncella Teodor y las comparamos con las de la Jerusalén, examinando su función respectiva y reflexionando sobre la pertinencia de este eco textual para resolver cuestiones como la datación de la comedia y para destacar ciertos usos autoriales de Lope.

Palabras clave: Lope de Vega, La doncella TeodorJerusalén conquistada, adivinanzas, fórmulas.

 

Lope de Vega’s Spanish Riddles: A Comic Formula in Jerusalén conquistada (1609) and La doncella Teodor (c. 1608-1610)

Abstract: This article examines a passage in a play by Lope de Vega, La doncella Teodor, in which the Spanish gracioso, Padilla, challenges the protagonist to some funny riddles that she solves, all in the presence of the sultan. In particular, we analyze the episode in relation to some verses in Lope’s Jerusalén conquistada (1609), book XV, also starring a Spaniard and a sultan (this time, Saladin). After a brief state of the art, we study La doncella Teodor’s riddles and compare them to those in the Jerusalén, examining their respective function and pondering upon the pertinence of this textual echo to solve problems such as the play’s chronology, and to underline certain aspects of Lope’s usus scribendi.

Keywords: Lope de Vega, La doncella TeodorJerusalén conquistada, riddles, formulae.


1* Este artículo se inscribe en el marco del proyecto «Lope de Vega as a Courtly Writer: La Filomena (1621) and La Circe (1624)» (IZSAZ1_173356 / 1), financiado por el Fonds National Suisse de la Recherche Scientifique (FNS).

Según sus consabidos criterios métricos, Morley y Bruerton (1968: 314) proponen una fecha de escritura de la comedia entre 1610 y 1615. Fijándose en las invocaciones religiosas del manuscrito, Fichter (1941: 86-87) y González Barrera (2007: I, 169-170; 2008: 31) precisan que debió de escribirse entre abril de 1608 y abril de 1610, apoyándose en conjeturas acerca de referencias históricas en la obra. Véase también Fernández Rodríguez (2019: 312). La doncella Teodor se publicó en la Novena parte de comedias de Lope (1617).

2 Retocamos levemente la puntuación del pasaje. Fernández Rodríguez (2019: 181) señala que esta acotación es un caso excepcional en las comedias bizantinas de Lope, cuyos cuadros suelen ser débiles (Oleza, 1986), esto es, poco marcados. Sobre el género de la comedia bizantina, vide infra, en el estado de la cuestión.

3 Jerez-Gómez llega a afirmar que La doncella Teodor «ha sido, de algún modo, silenciada por la crítica» (2010: 255-256). Solo por omisión, en cualquier caso, como ha pasado con otros cientos de comedias de Lope.

4 Oleza y Antonucci la caracterizan como «comedia novelesca» (2013: 709). Véase al respecto Fernández Rodríguez (2019: 200), quien aboga por la necesidad de precisar subgéneros dentro de ese grupo y elabora, precisamente, la categoría de la «comedia bizantina», que tiene muchos elementos en común con la novela bizantina.

5 Madroñal aclara que la fuente inmediata de la comedia (una Historia de la doncella Teodor de 1543) fue impresa precisamente en Toledo, y que la obra lopesca combina «el color local toledano con el exotismo de tantos lugares a los que se llega viajando» (2011: 195). Recordemos que Lope hace toledanos a Teodor y a su amante.

6 Véase, por ejemplo, Pierce (1956), Lara Garrido (1981), Wright (2004) y D’Artois (2006).

7 Destaquemos, entre estos, cuatro de Gómez Canseco (2005; 2007; 2013; 2015) y uno de Conde Parrado (2017).

8 Este nuevo protagonismo femenino supone una innovación de Lope en una comedia ya de por sí centrada en la ginofilia (Vélez Sainz, 2015).

9 Como el de Coquín y el rey don Pedro en el calderoniano El médico de su honra (Sánchez Jiménez, 2014b).

10 El río Guadiana desaparece bajo tierra en parte de su curso, por lo que forma una especie de puente larguísimo («siete leguas») sobre el que pacen abundantes ganados.

11 Para estos detalles, véase Pedraza Jiménez (2003: 83) y Sánchez Jiménez (2018: 188-190).

12 Véanse más antecedentes folklóricos en Sánchez Jiménez (2019: 923-924).

13 Aunque hay un juego de palabras sobre la parrilla escurialense, a un tiempo la forma de su planta, atributo del martirio de su santo patrón e imagen evocadora de la hoguera de la fama.

14 No se encuentra entre los cuentecillos que trae Chevalier, aunque el libro tiene toda una sección dedicada a ciudades de España (1975: 365-379) en la que incluso encontramos algunos de Lope. Tampoco se localiza en la sección de «Pueblos de España» de la Floresta española de Melchor de Santa Cruz (1997: XI, cap. 6).

15 También la incluyen, entre otros ingenios del momento, Pedro de Medina en el Libro de grandezas y cosas memorables de España (1549: f. 64v), Cristóbal de Mesa en El patrón de España: «Y Guadïana su famosa Puente / de siete leguas, al Ganado grata» (1612: f. 16v) y Antonio de Sousa en las Flores de España (1631: f. 11r). Algunas de estas obras son posteriores a las lopescas, por lo que no pudieron haber sido sus fuentes. Solo las citamos para indicar la difusión de estas noticias.