Carta a Florencio
Teodosio Fernández

Madrid, 1 de septiembre de 2021

Querido Florencio:

En mala hora asumí el compromiso de dedicarte unas líneas en el número con el que Edad de Oro te recuerda, el correspondiente al año 2021; en mala hora, porque sabes que, como tú, no me siento cómodo en situaciones como esta. María Jesús Zamora me ha permitido escribirte, y es lo que ahora hago, en lugar de redactar otra semblanza tuya o una necrológica más. Los ávidos lectores de nuestra revista (la considero también mía, desde que asumí su dirección cuando tú la dejaste) pueden paliar esa carencia acudiendo a Creneida (8, 2020) y a Archiletras Científica (V, 1, 2021). En esas revistas José Ramón Trujillo y Ángel Gómez Moreno, respectivamente, han dado afectuosa y cumplida cuenta de tu paso por nuestro mundo académico y aun por sus vidas. Su lectura no ha dejado de sorprenderme: aunque conocía tu labor, no había sabido valorar todo el alcance de tus señeras aportaciones como editor y como crítico. Aunque tarde, te felicito. Mira que dedicamos tiempo a charlar y a tomar copas, y soy incapaz de recordar que alguna vez habláramos de literatura. Supongo que estábamos servidos con las horas de investigación y de docencia, sospechábamos o sabíamos que eso no era todo en la vida.

Según me anticipó María Jesús, Edad de Oro reúne en su número XL unos treinta artículos escritos en tu memoria. No sé si te parecerán suficientes, pero la especialización de la revista ha resultado disuasoria para muchos, entre los que me cuento. Además, el número de páginas había de ser necesariamente limitado. Se incluye también una copiosa tabula gratulatoria con los nombres de cuantos han querido sumarse a tu homenaje, y no faltará quien no lo haya hecho porque no se ha enterado. Te digo esto en descargo de los ausentes y como disculpa anticipada si alguien me reprocha que no se lo haya comunicado. Ni a la dirección de la revista ni a mí nos ha faltado buena voluntad.

No sé bien qué noticias de aquí puedan interesarte. Te cuento que nuestra Universidad Autónoma no parece dispuesta a olvidarse de los portátiles que presta a los profesores (no a los pensionistas, como ya he podido comprobar), de modo que, para evitarte incomodidades futuras, decidí recuperar el que estaba en tu poder para devolverlo. Eso me dio oportunidad de ver a Begoña, por primera vez desde que te fuiste, aunque había hablado con ella por teléfono en varias ocasiones. Te echa mucho de menos, pero Cristina la ayuda a seguir adelante.

De la Facultad poco puedo decirte. Está más o menos como la dejaste, no sé si a finales de 2020 o hace once años, tantos como ha cumplido Cristina. Quizá programaste ese paulatino y prolongado alejamiento para que el definitivo nos resultara más fácil. Mientras intercambiaba mensajes con Raymundo (verás que aparece en la tabula gratulatoria) pude advertir que debo a Guanajuato y al Museo Iconográfico del Quijote buena parte del tiempo que compartimos durante la última década. No fue mucho, pero de esos días al menos nos quedará Cervantes, buen amigo en las horas de pesadumbre y de tristeza (bien sabes que esta sensiblería no se me ha ocurrido a mí, pero tú y yo podemos suscribirla sin pudor alguno).

El bar sigue siendo mi espacio preferido en la Facultad. No es lo que fue, desde luego, y en cuanto tengo oportunidad tiendo a hablar de Juanjo, de Antonio o de ti. No sé si te habrás encontrado con Juanjo, será difícil entre tanta gente. Dale un abrazo de mi parte, si tienes ocasión. Con Antonio hablé por teléfono no hace mucho, lo encontré bien, te recordaba y me recordaba. Ahora veo a algunos compañeros de nuestro Departamento y de otros, y ellos me ayudan a sobrellevar las ausencias. No quiero mencionar sus nombres aquí. Los reconocerás sin dificultades en la tabula gratulatoria de marras, entre los muchos que se han sumado al homenaje que Edad de Oro te ofrece.

Esto es todo por hoy, querido Floro. Pronto nos veremos.

Un abrazo fuerte,

Teo