Presentación

Suspendidos en un hilo de incredulidad, paralizados ante el relámpago de la noticia, desconcertados ante la rapidez de los hechos… Florencio Sevilla había fallecido y ese 18 de diciembre de 2020 nos cubrió de estupor y tristeza. Con la conmoción aún latiendo, reorientamos este número para convertirlo en un homenaje —lamentablemente póstumo— al filólogo que con su buril fue fijando la obra cervantina, al maestro que nos mostró la modernidad del Siglo de Oro, al director que dio a Edad de Oro el prestigio que la caracteriza, al compañero que con su mirada aguda fue marcando el ritmo de un Departamento huérfano con el vacío de su ausencia. Colegas, compañeros y amigos han querido colaborar en este volumen, y con un enorme esfuerzo tanto intelectual como anímico nos han ido enviando sus contribuciones, transmitiéndonos su deseo de formar parte de una tabula de respeto y recuerdo, o redactando una carta a modo de despedida (nadie mejor que Teodosio Fernández podría firmarla).

En su cuadragésimo aniversario, esta revista se presenta en honor a Florencio como muestra de la consideración, la estima y el agradecimiento que hacia él sentimos. El orden cronológico en el que queda estructurada ha querido que quien lo inicie sea Carlos Alvar con un estudio donde nos muestra el tratamiento paródico y burlesco que recibieron personajes como el rey Arturo, lady Ginebra y el mago Merlín en la literatura medieval castellana. Miguel Ángel Pérez Priego se adentra en la obra de Juan Ruiz y el marqués de Santillana para explorar cómo recorrieron lugares idénticos en tiempos distintos, descubriendo en los recursos y las estrategias desarrolladas por ambos características propias del relato de viajes. Ángel Gómez Moreno, a su vez, fija su atención en las probationes calami que aparecen recogidas en los márgenes de textos medievales tardíos, dándoles el valor intrínseco, justificativo y testimonial que durante tanto tiempo se les ha negado.

Por su parte, José Luis Canet revisa la figura de Alphonso Hordognez, traductor de La Celestina al italiano, diferenciándolo del profesor de Oratoria en el Estudio General de Valencia con el que compartió el mismo nombre. De la mano de José Carlos González Boixo nos adentramos en el mito de El Dorado a través de Pedro de Cieza, analizando la importancia que este autor tuvo en la búsqueda de un territorio fantástico y quimérico, gracias a una crónica entremezclada de glorias y desgracias. Sagrario López Poza realiza una síntesis de las distintas modalidades emblemáticas, para centrarse en el Emblematum liber de Andrea Alciato (1531), explicando su éxito editorial y la gran repercusión que tuvo en España.

Partiendo de la Antigüedad clásica hasta llegar al Humanismo renacentista, Miguel Á. Teijeiro nos ofrece visiones e interpretaciones diversas del infierno en dicho periodo. Trinidad Barrera nos transporta de nuevo a Hispanoamérica, esta vez para mostrarnos a través de Naufragios de Cabeza de Vaca los padecimientos físicos y morales que sufrieron tantos conquistadores. Y desde un enfoque léxico y semántico, Azucena Penas nos ofrece su particular análisis de las Coplas del alma que pena por ver a Dios de san Juan de la Cruz, comparando la versión original en español con la traducción al portugués de dicha obra.

A partir de aquí y durante los siguientes diez artículos, se compendian una serie de contribuciones dedicadas a Cervantes y su obra, a los que Florencio dedicó tantas horas y estudios. Arranca con la búsqueda de documentación realizada por José Manuel Lucía Megías, quien rastrea cualquier atisbo que nos permita conocer algo más de este escritor clave en nuestro Siglo de Oro. Jean Canavaggio justifica por qué «ese lugar de la Mancha», del que parte don Quijote, es conveniente que siga siendo una incógnita, para evitar apropiaciones locales que más tienen que ver con deseos personalistas que con argumentaciones filológicas. Con una orientación interdisciplinar, Augustin Redondo examina la presencia del cerdo en la primera parte del Quijote, un animal que cobra significados contradictorios especialmente si se aborda en relación a Sancho Panza, don Quijote y Dulcinea. En este artículo se apunta ya al discurso de la edad de oro, tema sobre el que profundiza Tomás Albaladejo, apostando por un alegato ficticio dentro de una obra construida desde la invención, convirtiendo en eje activo y dinámico la confrontación que se da entre el presente y el pasado en la obra cervantina.

María Stoopen continúa ahondando en las líneas narrativas que vertebran el Quijote, a través de un análisis de las estrategias que derivan hacia una tensión intermitente entre el espacio doméstico de aquellos personajes que comparten la cotidianeidad con el hidalgo, y el ámbito caballeresco que sume al protagonista en la ilusión de convertirse en caballero andante. Esta oposición de mundos es abordada también por José Manuel Martín Morán planteando el ya conocido tema de la quijotización y la sanchificación como binomio que discurre al margen de los cambios provenientes en el sistema del que forman parte. Considera esta adaptación mutua la clave que explica el nuevo método narrativo del que surgirá el género de la novela moderna.

Isabel Lozano-Renieblas dedica su artículo al tema de la mujer libre como personaje literario. En su contribución expone cómo Cervantes construyó el personaje de Marcela, reformulando este prototipo a partir de una rebeldía implacable ante las convenciones sociales, dando lugar a una transformación del género. Ruth Fine, por su parte, realiza un estudio comparativo entre La española inglesa y el Persiles. Concretamente, se fija en la pérdida momentánea de la belleza por parte de ambas protagonistas, definiendo la «poética del cruce» como vía de reflexión sobre el concepto de belleza / fealdad en estas novelas.

El teatro de Cervantes centra el interés de Aurelio González, quien revisa las acotaciones que aparecen en estas obras para evidenciar el conocimiento que nuestro autor tenía de la mecánica teatral, el espacio escénico de su tiempo y la actitud del director de escena. Rosa Navarro, por su parte, nos presenta el hipotético librito de memoria que pudiera tener Cervantes a raíz de las lecturas que refleja en sus escritos.

Dejando al Quijote y a su autor en un segundo plano, el protagonismo pasa a centrarse en Lope de Vega, al que Ignacio Arellano destina el artículo vigésimo de este número de Edad de Oro. En él se ocupa y preocupa por mostrar la erudición reflejada en la Arcadia, donde se hace patente la presencia de los diversos repertorios de la época, apuntando a posibles fuentes que explicaran algunas variantes de motivos cultos y peculiares. Antonio Sánchez Jiménez continúa examinando la obra de Lope, pero esta vez se centra en un pasaje de La doncella Teodor, en el que el personaje de Padilla le propone a la protagonista unas adivinanzas que ella va resolviendo en presencia del sultán, al mismo tiempo que relaciona este episodio con unos versos de la Jerusalén conquistada. Partiendo de este eco textual, Sánchez propone una datación de esta comedia.

Aldo Ruffinatto nos invita a descubrir los artificios empleados por Lope en La encomienda bien guardada para convertir una leyenda medieval en tema literario muy difundido en el mundo de las letras occidentales. Esta sección la cierra Jesús Cañas, quien investiga sobre la visión que los primeros historiadores científicos de la literatura española transmiten de la figura y la obra de este autor, desde la Ilustración a la primera mitad del siglo xix.

Rafael Bonilla, por su parte, propone resolver un locus obscurus de la Soledad primera de Góngora, concretamente el objeto al que el viejo Alcimedón dio forma en los versos 145-152 de esta obra. José Montero se plantea analizar los ecos que Cervantes tiene en el teatro de Calderón, como herramienta válida para activar la parte cómica de sus comedias. Fausta Antonucci continúa con Calderón, ofreciéndonos un artículo donde estudia la presencia del ovillejo en seis de sus obras dramáticas, analizando sus características métricas y dialógicas, y determinando su utilidad a lo largo de los años y del género dramático en el que se engloba.

Con Mercedes Serna volvemos a internarnos en el espacio americano, a través de los grabados de los franciscanos Diego Valadés y Joaquín Bolaños, y el papel didáctico y aleccionador de la representación que ambos realizan de la muerte. José Carlos Rovira, a su vez, fija su mirada en José Toribio Medina, un crítico, editor e historiógrafo chileno que dispuso de un amplio conocimiento de la literatura áurea española, especialmente de los poetas americanos cantados por Cervantes y Lope de Vega. Y, por último, Fanny Rubio aborda tres cautiverios del siglo pasado que conectan mutatis mutandis con el de Cervantes. Parte de los relatos de Primo Levi en Auschwitz, para continuar con Montserrat Roig en Noche y niebla y finalizar con las escenas relatadas por Jorge Semprún en Buchenwald: tres narraciones entrelazadas sobre una misma realidad compartida.

Este volumen XL concluye con doce reseñas críticas que actualizan los estudios sobre el Siglo de Oro que se han publicado en los últimos años. Y con ello se cierra un número que bien hubiéramos querido que fuera festivo, en el que se celebrara cuatro décadas dedicadas a la filología y al mundo áureo, pero el correr de los acontecimientos —imprevisibles y luctuosos— han propiciado que se convierta en un tributo sentido, sencillo y sincero a nuestro compañero y amigo, Florencio Sevilla. Ni tu palabra ni tu enseñanza serán olvidadas. Semper et in aeternum, magister.

María Jesús Zamora Calvo

Universidad Autónoma de Madrid

mariajesus.zamora@uam.es