Lorenzo de Sepúlveda (2018).
Romances nueuamente sacados de historias antiguas dela crónica de España (Juan Steelsio, Amberes, 1551). Alejandro Higashi (ed.)
y José J. Labrador Herraiz (coord.).

Ciudad de México: Frente de Afirmación Hispanista, 708 pp.
[ISBN: 978-84-09-0091-0].

Gracias a la feliz iniciativa del Frente de Afirmación Hispanista, contamos ahora con una nueva reproducción facsimilar de los Romances nueuamente sacados de historias antiguas dela cronica de España de Lorenzo de Sepúlveda. Alejandro Higashi se encarga del estudio preliminar para esta edición. Familiarizado con la obra, pues se ha ocupado de ella en distintos artículos, así como en su introducción al Romancero e historia del muy noble y valeroso cauallero el Cid (Alcalá, 1612), nos ofrece un muy completo estudio sobre los Romances que nos permite comprenderlos de manera global, desde su estructura interna hasta su relación con proyectos editoriales como los de Martín Nucio, Alonso de Fuentes y Juan de Escobar.

Higashi se encarga de contextualizar la obra en un mercado editorial que, de distintas maneras, buscaba la dignificación del romancero como género poético. Un proyecto como los Romances es producto de la convergencia de las prácticas editoriales, la propuesta del autor y los gustos del público. Difícilmente puede disociarse la obra de Sepúlveda de los derroteros que tomaba el romancero en la época: una colección exclusiva para esta forma poética, como el Cancionero de romances (Amberes, c. 1546), con la cual Nucio buscaba la dignificación ortotipográfica del género y unos Quarenta cantos (Sevilla, 1550), en los que Alonso de Fuentes tomaba la responsabilidad moral de interpretarlos y explicarlos.

Ya sea, como advierte el experto, por prejuicios estéticos y morales o por desconocimiento, la obra de Sepúlveda no recibió la atención adecuada ni siquiera en los trabajos más completos sobre el romancero, al menos durante casi dos siglos de crítica literaria. De ahí la importancia de una publicación como la que nos ocupa pues, ya bien lo ha observado el estudioso, la recepción condicionada por prejuicios de los Romances de Sepúlveda no ha permitido su valoración objetiva, fundamentada en un verdadero ejercicio filológico.

Higashi realiza un análisis del estilo y de los procedimientos que utiliza Sepúlveda para seleccionar y romancear los datos que le ofrece su fuente, así como la manera en que distribuye la información para hacer de sus romances unidades de información independientes, a la vez que también puedan relacionarse con otros romances, en caso de leerse / cantarse como conjunto. Resulta obligada la comparación con romances viejos, a fin de observar más claramente lo innovador de la fórmula con respecto a su competidor en el mercado.

El estudioso continúa con un muy completo análisis del ciclo de los infantes de Lara. Señala cómo la organización de la historia de los infantes dentro de la fuente en prosa tuvo gran influencia en Sepúlveda al momento de vaciar la información en sus doce romances. Desde la Crónica de Ocampo, la historia se divide en pequeñas unidades narrativas para una mejor organización de los datos. A Sepúlveda no le queda más que seguir estas divisiones y crear también romances que funcionan como núcleos de información. Sin embargo, subraya Higashi, el autor no actúa servilmente: cuando ve la necesidad de dilatar el desenlace de la historia, se toma libertades creativas para extenderla y se separa de la división de su modelo para segmentar todavía más la trama. De esta manera, Sepúlveda mantiene el suspense y logra la trabazón narrativa entre las piezas del conjunto.

Alejandro Higashi demuestra que los textos de Sepúlveda parecen atomizarse temáticamente en función de la variatio, propia de colecciones similares: «Pensar en una ordenación cronológica desconoce de golpe los gustos de la época y el atractivo de la variatio que caracterizó las misceláneas poéticas, especialmente cuando entre las piezas del conjunto no hay un vínculo narrativo fuerte» (p. 134). Higashi reconoce dos paradigmas que brindan unidad al conjunto: el guerrero hispano matamoros y los conflictos nobiliarios. Estos dos ejes temáticos se hacen mucho más visibles con la inclusión de romances sobre los infantes de Lara, Bernardo del Carpio o el Cid y explican la aparente falta de orden en la colección.

Higashi considera que Lorenzo de Sepúlveda emprendió su tarea de romancear la Crónica de Ocampo acompañado de un estudio meticuloso de la tradición impresa, para volcar su atención en los personajes más desatendidos por el romancero viejo. Para el filólogo es aceptable pensar que Sepúlveda conocía los vacíos argumentativos dejados por la tradición; de ahí que uno de los personajes más trabajados por él sea precisamente el Cid, casi ausente en los romances viejos.

El estudioso regresa a la relación entre Sepúlveda, Nucio y Steelsio. Considera que la correspondencia entre el Cancionero de romances de 1546 y los Romances de Sepúlveda aún tiene muchos claroscuros y que, si bien Garvin formuló una hipótesis interesante con base en la edición de los Romances sin año y su pertenencia al proyecto editorial de Nucio, no se puede asegurar que los mismos supuestos funcionen para la edición sevillana. Inclusive llega a preguntarse si los Romances de Sepúlveda pudieron componerse, si no con anterioridad, sí a la par del Cancionero de romances. Esta suposición cambia por completo la idea de primacía con respecto a Nucio y su empresa editorial. En cuanto a Steelsio y el orden de su edición, Higashi considera que el impresor pudo haber tomado la obra de la edición perdida que supone Garvin; o bien pudo tener acceso a la prínceps sevillana por alguna otra vía, pues no hay argumentos de peso para contradecir esa hipótesis.

En la segunda parte del volumen, nos encontramos con una muy cuidada reproducción facsimilar de los Romances nueuamente sacados de historias antiguas dela cronica de España compuestos por Lorenzo de Sepulueda, en casa de Juan Steelsio, Amberes, 1551. La reproducción del volumen conserva las dimensiones del dozavo en la página y los detalles del impreso. Sin duda, el Frente de Afirmación Hispanista puso a nuestra disposición una herramienta de trabajo excepcional y de difícil acceso. Basta recordar que solo se contaba con la reproducción de esta edición, también facsímil, hecha por Archer M. Huntington en 1903.

Esperemos que la publicación de este volumen tan importante, con el erudito e inteligente estudio que lo precede, avive la inquietud por los Romances de Sepúlveda. Su aparición en esta colección, junto con la edición sin año de Martín Nucio, resulta un favorable punto de partida para nuevas investigaciones sobre una obra que no ha recibido la atención que merece. No queda más que esperar la llegada de trabajos que logren despejar los prejuicios críticos acumulados durante casi dos siglos y otorguen a su autor y a la obra el lugar que merecen en la historia de las letras españolas.

Luis Carlos Ventura Escudero

Universidad Autónoma Metropolitana – Iztapalapa

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