Luis de Góngora (2019).
Sonetos. Juan Matas Caballero (ed.).

Madrid: Cátedra, 1.740 pp.
[ISBN: 978-84-376-3990-1].

El estudio de nuestros mayores autores ha sido siempre fruto de motivación para los investigadores de la materia, lo que ha creado una variedad de trabajos que sirven de referencia para las aportaciones recientes, pero también complica el camino a la novedad. La gran atención suscitada por la figura de Luis de Góngora a lo largo de los años es indudable, como también lo es que su obra haya motivado multitud de ediciones críticas que nos acercan a sus versos mientras intentan ir «un poco más allá».

En lo referido a los sonetos del poeta cordobés —vía de experimentación y aprendizaje que desembocarán en sus conocidas «obras mayores»—, desde la edición crítica eficazmente realizada por Biruté Ciplijauskaitė en 1969 y publicada en Castalia, estos no habían gozado de una atención específica y de manera conjunta por parte de la crítica; ardua tarea que no solo conlleva realizar dicha edición, sino «refrescar» la materia gongorina, ofreciendo materiales, información y contenido novedoso de todo tipo que sirva de referencia a la crítica futura; y Juan Matas Caballero, catedrático y experto en la poesía del maestro cordobés, lo ha conseguido.

El volumen que aquí tratamos, edición publicada en Cátedra en 2019 y con un total de 1.740 páginas —que ya muestran el ingente trabajo por parte del investigador—, ofrece un estudio detallado de los sonetos que servirá de referencia a lectores que quieran acercarse al entramado de los versos gongorinos, pero también satisfará las expectativas de la crítica más exigente.

Consta la obra de varias partes diferenciadas, de las que podríamos destacar la introducción, la bibliografía y el propio tratamiento de los sonetos. En cuanto al estudio introductorio, se presenta el corpus poético que se va a tratar, se da paso a la problemática en su organización y se propone una «posible clasificación» del propio editor basada en criterios diacrónicos e ideológicos, y compuesta de cuatro ciclos que se contextualizarán y explicarán acudiendo a testimonios de multitud de expertos en la vida y obra del poeta.

Habla, primeramente, Juan Matas Caballero, de una primera etapa, ubicada entre 1582 y 1586 y compuesta por aquellos sonetos «de juventud», en los que predomina una estética manierista, y donde el tema amoroso, con influencia del petrarquismo, se da de manera principal. Un primerizo acercamiento a la poesía que, como apunta el investigador, ya destaca por su gran calidad. La poesía circunstancial será la que predomine en los siguientes años; por un lado, en las décadas de 1588 a 1608, en la que se muestra la visión satírico-burlesca del poeta hacia los espacios cortesanos, conviviendo con sonetos heroicos y laudatorios —que seguirán apareciendo en mayor o menor medida a lo largo de su obra—; por otro, una tercera época, entre 1609 y 1616, en la que el número de contribuciones supera al resto notablemente, predominando la temática fúnebre y de desengaño vital mientras se intercalan algunas composiciones contestando a las críticas que sus versos suscitaron. El último ciclo, denominado de senectute, estaría ubicado entre 1617 y 1624, recogiendo aquellos sonetos cortesanos con notas personales —laudatorios, dedicados a diferentes personalidades, pero también satíricos y fúnebres, en memoria, muchos de ellos, de amigos del maestro cordobés— que muestran el propiamente barroco desengaño del poeta.

Continúa la introducción con un apartado dedicado a la tan importante y significativa lengua poética gongorina, donde se muestran «algunas de las características más destacadas o singulares de la lengua poética en los sonetos». Comenzando por los polémicos cultismos, dedica Juan Matas unas páginas a mencionar algunos de los más recurrentes, tanto léxicos como sintácticos —atendiendo a la separación de sustantivos mediante la intercalación de determinantes o al recurrente acusativo griego—. El mismo procedimiento se seguirá al hablar de ciertas expresiones o sintagmas reiterados, terminando la sección con la importancia de la perífrasis, acudiendo a tópicos literarios, alusiones mitológicas y emblemáticas y, por supuesto, metáforas. El capítulo no solo mostrará el tratamiento de la lengua en los sonetos, sino que pondrá de relieve la aparición de ciertos recursos en otras obras del poeta —plasmando versos literales en los que aparecen— y aportará sus respectivas explicaciones mientras se acude a testimonios de diversos investigadores.

Se cierra el capítulo con una imponente bibliografía en la que se recogen las fuentes manuscritas e impresas empleadas, ediciones modernas de la obra de don Luis, los comentarios de sus eruditos contemporáneos —Salcedo Coronel, Pellicer, Vázquez Siruela… pero también Jáuregui, Lope de Vega o Quevedo, entre otros— y una amplia sección de estudios de la obra gongorina; así como —no tan relacionados con el maestro cordobés— catálogos y fuentes, trabajos sobre otras temáticas —relacionados con la historiografía, la mitología, aspectos biográficos…— y ediciones consultadas de obras de otros poetas. Conformando una pieza de sumo interés para cualquiera que quiera documentarse sobre infinitud de aspectos relacionados con la obra del poeta.

Pero acudamos a la verdadera protagonista de la obra: la propia edición. Como se advierte en la nota preliminar, en cada soneto nos vamos a encontrar «la actualización del texto conforme a las normas de la RAE, incluida la puntuación; una disposición más fácil del aparato crítico; una explicación de las circunstancias biográficas e históricas que motivaron su escritura y una anotación erudita más detallada y exhaustiva». Se recogen, así, y como ya apunta el investigador, doscientos doce sonetos, siendo ciento sesenta y siete de ellos los que ya incluyó Chacón en su manuscrito, pero añadiendo otros cuarenta y cinco que entonces se creían como de posible autoría pero que, actualmente, podemos asegurar que fueron escritos por el poeta. Como anotábamos, el corpus se ha ordenado cronológicamente, criterio que nos permite «seguir la evolución poética de Góngora a la par que su trayectoria vital e ideológica, que se puede relacionar más fácilmente con el desarrollo de los acontecimientos históricos que enmarcan la creación poética» durante los cuarenta y dos años en que don Luis cultivó este tipo de composición y descartando problemas suscitados por clasificaciones temáticas o genéricas.

Dentro del tratamiento de cada soneto, podríamos hablar de dos partes diferenciadas, aunque interconectadas. Primeramente, la que más se acercaría a la «edición» y, tras ella, el propio estudio —o «crítica»— de cada poema. En cuanto a la primera, indica Juan Matas Caballero que se ha partido del valioso y ya mencionado manuscrito Chacón, pero en absoluto se han dejado de lado el resto de manuscritos —que han permitido recuperar algunos sonetos de corte satírico y/o burlesco que el erudito excluyó— y, por supuesto, el resto de ediciones donde se recogen las composiciones que aquí competen, mostrando las posibles variantes encontradas. En cuanto al comentario de cada poema, nos encontramos una estructura tripartita en cada composición. En primer lugar, se incluye un prefacio en el que se contextualiza el poema, aportando las circunstancias de su escritura, posibles anécdotas, notas de los comentaristas, probables fuentes de inspiración y notas críticas para ayudar a su comprensión, y cerrándose con un breve apartado bibliográfico empleado para el estudio, así como los epígrafes que se han mencionado a lo largo del mismo. Le sigue la inclusión del propio soneto numerado y en el que se señala la fecha (o posible fecha) de composición. Por último, se indica la suerte editorial que ha tenido dicho soneto particularmente —tanto en manuscritos como en impresos—, el compendio de variantes y, por supuesto, el comentario de los versos individualmente cuando se ha creído conveniente, mostrando matices retóricos, alusiones y referencias, fuentes, estudios críticos específicos y toda clase de elementos que concurren en un minucioso análisis de cada poema.

Partiendo de los manuscritos, ediciones y estudios que han rodeado la vida y obra del maestro cordobés y bajo un excelente trabajo requerido de años, se configura así esta edición del corpus de los sonetos gongorinos, cuyo diálogo con el resto de su producción «resulta incuestionable y puede verse como una relación de ida y vuelta». Servirá la misma —con sus esclarecimientos, interpretaciones y aportaciones—, sin ninguna duda, a interesados, estudiantes y lectores noveles que quieran acercarse a uno de nuestros mayores poetas, pero también a la crítica más minuciosa, que encontrará en ella el apogeo de la investigación filológica.

Érika Redruello Vidal

Universidad de León

eredv@unileon.es