La Breve historia de la Orden de Nuestra Señora de la Merced de Felipe de Guimerán (1591), entre historiografía y miscelánea
Antonio Doñas
Sophia University
antoniodonas@sophia.ac.jp
En el año 1591 salía de las prensas valencianas de los herederos de Juan Navarro la Breve historia de la Orden de la Nuestra Señora de la Merced (en lo sucesivo, Breve historia), escrita por el fraile mercedario Felipe de Guimerán, a la sazón comendador del monasterio del Puig y, años más tarde, maestro general de la orden. Esta obra, de gran importancia para la historia de la Orden de la Merced, y también relevante para la historiografía eclesiástica en general, la literatura de los Siglos de Oro y el pensamiento y la religión del siglo xvi, ha recibido escasa atención por parte de la crítica. El principal objetivo de este trabajo es rescatar del olvido este texto y señalar sus aspectos más interesantes.
1. Felipe de Guimerán († 1617)
Pocos son los datos que se conservan sobre la vida del autor de la Breve historia, aunque afortunadamente contamos con tres escuetas semblanzas biográficas, dos antiguas y una moderna, escritas por historiadores mercedarios. La primera de ellas la debemos a la insigne pluma de fray Gabriel Téllez, Tirso de Molina (1579-1648); la segunda, a fray Joaquín Nolasco Martín († 1771), regente de estudios en el monasterio del Puig; la tercera, a las páginas que dedicó a Guimerán en 1934 Guillermo Vázquez Núñez1. De acuerdo con estas fuentes, Felipe de Guimerán nació en Valencia a mediados del siglo xvi, quizá como hijo ilegítimo, ya que, en 1614, obtuvo dispensa antes de ser consagrado obispo (Vázquez Núñez, 1966: 375).
El primer documento con su nombre está fechado el 13 de agosto de 1575, cuando figura entre los veinticuatro religiosos que dan su obediencia al general de la orden, Francisco de Torres, en el convento de la Merced en Barcelona. En el capítulo provincial de 1585, diez años después, aparece ya como comendador de Tarragona y, en esa ocasión, recibe también el título de presentado. En torno a estas fechas debió de obtener una cátedra en Tarragona (Vázquez Núñez, 1966: 375). Aunque en el capítulo provincial de 1591, el mismo año de la publicación de la Breve historia, se le nombró comendador de Orihuela, sabemos por las licencias impresas en los preliminares de la obra que en estos momentos era comendador del monasterio del Puig, título que le fue formalmente concedido seis años después, en el capítulo provincial de 1597.
Tras ser nombrado definidor de provincia en 1600, se convirtió en el primer provincial de Valencia, después de que, en el capítulo celebrado en El Olivar en 1603, se estableciera la división de la provincia de Aragón en tres: Aragón, Valencia e Italia. Valencia recuperaba así su condición de provincia, que había perdido en 1574 al ser subsumida en la de Aragón. Tras un trienio como provincial, Guimerán pasó a comendador de Valencia y definidor general, hasta que, en 1609, fue elegido maestro general de la orden por unanimidad en el capítulo general de Guadalajara.
Las actividades más destacadas de Guimerán durante su generalato se desarrollaron fundamentalmente en tres ámbitos. En primer lugar, impulsó con decisión la canonización de diversos miembros de la orden, especialmente la de san Ramón Nonato, que se alcanzaría finalmente en 1626 (Zuriaga Senent, 2005: 154). También se encargó de promover una mayor austeridad en los conventos americanos, a los que dirigió una carta pastoral en la que, entre otras admoniciones, les instó a predicar con el ejemplo de la pobreza y a aumentar el número de mercedarios en las regiones más pobres. Por último, tuvo un especial interés en la formación cultural de los religiosos y en la mejora del régimen de estudios de la orden. Al principio de su periodo como general, Guimerán también fue, a petición de Felipe III, un aliado fundamental del arzobispo y virrey de Valencia, Juan de Ribera, en la organización de la expulsión de los moriscos de Valencia.
Concluido su periodo como general de la orden el 5 de junio de 1615, fue propuesto casi inmediatamente por Felipe III para el obispado de Jaca. El 16 de octubre de 1616 fue consagrado en Valencia por el arzobispo, pero poco después cayó enfermo; finalmente, Felipe de Guimerán falleció en el convento de la Merced de Valencia el 24 de enero de 1617.
De la pluma de Felipe de Guimerán salieron un buen número de obras, pero de algunas de ellas solo se conservan referencias de bibliógrafos o historiadores. El inventario más completo de las obras atribuidas a Guimerán, con trece entradas en castellano y latín, se encuentra en la Bibliografía mercedaria de Gumersindo Placer (1968: 94-96); solo seis de ellas se han conservado2.
2. La Orden de la Merced en el siglo xvi
El siglo xvi fue un periodo especialmente convulso para la Orden de la Merced3. A una serie de graves conflictos y problemas internos se sumaron las dificultades propias del proceso de transformación y reforma por el que pasaron la mayoría de las órdenes religiosas en este periodo, una reforma que fue especialmente compleja y difícil de aplicar en el caso de la Merced.
Respecto a la primera cuestión, los principales conflictos en el seno de la orden tuvieron lugar como resultado de los enfrentamientos entre diversas provincias que se arrastraban desde la Edad Media. La provincia de Castilla venía demandando desde el siglo xv la restricción del predominio catalán, y de la provincia de Aragón en general, en los puestos de responsabilidad de la orden4. Los mercedarios castellanos, además, acusaban a los catalanes de una cierta relajación de las costumbres y abogaban por una urgente reforma y regreso a la observancia. Este enfrentamiento dio lugar en el importante capítulo general de 1467 al compromiso conocido como Concordia, mediante el cual la provincia castellana quedaba exenta de la autoridad del maestro general, mientras que los castellanos renunciaban a sus pretensiones a cargos de responsabilidad. Así la Orden de la Merced quedó, a partir de esta fecha y durante algo más de un siglo, dividida de facto en dos (Taylor, 2000: 54-55).
A mediados del siglo xvi, especialmente tras el Concilio de Trento (1545-1563), se hizo evidente que la orden necesitaba una reforma profunda, análoga a la que estaban realizando las otras órdenes religiosas. Este regreso a la observancia originaria revestía una especial complejidad, fundamentalmente por dos factores. En primer lugar, el origen de la orden y su historia institucional se articulaban en torno a la narrativa mítica de su fundación, de manera que el regreso a unos orígenes nebulosos se hacía problemático5. Por otro lado, la Merced, a través de la recaudación de limosnas y del impulso de las redenciones de cautivos, se constituyó desde la Edad Media como una orden de vocación más activa que contemplativa.
En esta compleja situación, Felipe II decidió intervenir en los asuntos internos de la Orden de la Merced6. El objetivo del monarca era reorganizarla a través de la eliminación del monopolio catalán de los altos cargos y en favor del liderazgo de Castilla. Los motivos principales esgrimidos para defender esta primacía de Castilla fueron la inmigración de hugonotes en tierras catalanas, «frontera de herejes»7, la mencionada laxitud en las costumbres de los mercedarios catalanes, el descenso en el número de redenciones por parte de los frailes catalanes y el deseo del rey de romper las estrechas relaciones que mantenían estos con los franceses, en el contexto de las tensiones contemporáneas entre ambos reinos.
El episodio fundamental en el proceso de transformación de la Orden de la Merced durante el siglo xvi fue el trascendental capítulo general de 1574 celebrado en Guadalajara, conocido en la historia de la orden como «el capítulo de la reforma», en el que se acordaron una serie de medidas, de acuerdo con las normas emanadas del Concilio de Trento, que afectaron profundamente a la estructura y al funcionamiento de la orden8. A partir de este momento, los capítulos generales se celebrarían alternativamente en Aragón y en Castilla, mientras que Cataluña, Aragón, Valencia, Navarra, Nápoles, Mallorca, Cerdeña y Sicilia se integraron en una sola provincia, Aragón, quizá con el objetivo de poder desplazar fácilmente a los frailes de unos conventos a otros en la reforma proyectada (Vázquez Núñez, 1936: 11). Castilla renunciaba a la Concordia de 1467, de tal manera que todas las provincias pasaban a depender del maestro general de la orden. El capítulo acordó además una profunda renovación de la vida religiosa, con una clausura más rigurosa, una mayor observancia de los rezos y una estricta austeridad.
El siguiente jalón en la historia mercedaria de este siglo es el capítulo general de 1587, también celebrado en Zaragoza, en el que se buscó, por un lado, poner fin a las disputas internas y, por otro, homogeneizar el funcionamiento de la orden. Este capítulo, en el que fue elegido maestro general Francisco Salazar, aprobó un ceremonial común para acabar con las diferencias en el ritual de los diferentes conventos y regiones. De especial importancia para la historia de la Merced fue el encargo de Salazar a Francisco Zumel, la máxima figura teológica de la orden, de realizar una nueva edición de sus constituciones. En estas constituciones, publicadas en Salamanca en 1588, se incorporaron todas las reformas de los capítulos anteriores y se hizo obligatoria la fórmula expresa de profesión del cuarto voto, el de redención de cautivos. La obra de Zumel, sin embargo, no se limitó a una lista de preceptos, sino que también incluyó dos opúsculos, titulados De initio ac fundatione sacri Ordinis Beatae Mariae de Mercede redemptionis captivorum y De vitis patrum et magistrorum generalium Ordinis redemptorum Beatae Mariae de Mercede brevis historia, que constituían una revisión del pasado de la orden (Zumel, 1588: 1-23 y 59-137).
Un elemento esencial en estas constituciones, en línea con los opúsculos que Zumel añadió a su obra, fue la necesidad de conocer y construir la memoria de la orden. Las consecuencias de este impulso a la investigación y a la escritura de la historia mercedaria son las obras que, a partir de este momento, publicarán Felipe de Guimerán, Jean Latomy, Tirso de Molina, Alonso Remón, Bernardo de Vargas o Esteban de Corbera. Esta búsqueda en el pasado de la Merced tenía además otro objetivo: la exaltación de sus más ilustres miembros con el fin de promover sus procesos de beatificación, para lo cual se construyó también una iconografía distintiva (Zuriaga Senent, 2002 y 2005). Como fruto de estos esfuerzos, durante el siglo xvii fueron beatificados o canonizados, entre otros, san Pedro Nolasco, san Ramón Nonato, san Pedro Pascual, san Serapio de Escocia y santa María de Cervelló (Rodríguez Parada, 2008: 105-106).
A partir de la publicación y aplicación de las constituciones de Zumel, la Orden de la Merced inauguró un periodo de calma y paz durante el cual el programa de reforma tridentina de los capítulos de 1574 y 1587 fue aplicándose y desarrollándose en los generalatos sucesivos del propio Francisco Zumel (1593-1599), de Alonso de Monroy (1602-1609) y de Felipe de Guimerán (1609-1615). Guimerán, al final de su generalato, profundizó en la importancia de la construcción de una historiografía mercedaria, para lo cual ordenó la creación de un archivo en cada provincia y el nombramiento de un cronista de la orden (Rodríguez Parada, 2008: 104-105).
3. La Breve historia en la historiografía mercedaria
El interés de los mercedarios por escribir su historia es ciertamente tardío. Si bien podemos situar el inicio de la historiografía mercedaria a mediados del siglo xv, no será hasta finales de la centuria siguiente cuando tengamos la primera obra dedicada primordialmente a la historia de la orden, la Breve historia de Guimerán. Esta obra funciona como eje para una posible periodización de la historiografía mercedaria entre los siglos xv y xvii, ya que se sitúa entre las secciones o fragmentos historiográficos incluidos en diversas obras de los siglos xv y xvi y las grandes crónicas mercedarias de la primera mitad del siglo xvii9.
La principal autoridad historiográfica en el siglo xv fue sin duda Nadal Gaver, maestro general de la orden, que fue el primero en allegar la historia y las tradiciones sobre los orígenes de la Merced. Con su Speculum fratrum Ordinis beatissime Dei genetricis Marie de mercede redempcionis captivorum, de 1445, conservado solo en forma manuscrita, nace la historiografía mercedaria. La obra consiste en una serie de opúsculos agavillados con el objetivo de conservar la memoria de la orden, dos de los cuales se ocupan del relato de la fundación de la Merced y del elenco de los maestros generales. Contemporáneo de Gaver es Pedro Cijar, autor del Opusculum tantum quinque super commutatione votorum in redemptione captivorum, escrito en 1446 de acuerdo con el colofón de la impresión incunable de 1491. En esta breve obra se incluyen, como en la de Gaver, algunas páginas sobre la fundación tradicional de la orden y sobre algunos episodios de su historia temprana. De estas dos obras del siglo xv tomarán los historiadores del siguiente siglo abundante información, especialmente referente al relato fundacional de la orden10.
Las siguientes dos obras que incluyen información sustancial sobre la historia de la Orden de la Merced pertenecen a la segunda mitad del siglo xvi, y ambas comparten finalidad, estructura, contenidos y título. Tampoco son obras históricas independientes, sino que integran diferentes contenidos historiográficos dentro de unos objetivos más amplios. Son, en primer lugar, la Regula et constitutiones sacri Ordinis Beatae Mariae de Mercede redemptionis captivorum (1565) de Gaspar de Torres, catedrático de Salamanca y provincial de Castilla, y, en segundo lugar, la citada obra de Francisco Zumel, también provincial de Castilla, Regula et constitutiones fratrum sacri Ordinis Beatae Mariae de Mercede redemptionis captivorum (1588).
El elemento más llamativo de la obra de Gaspar de Torres, y sin duda el más original, es el larguísimo comentario en castellano (ciento sesenta folios), destinado a los novicios, que añade a los sesenta y cuatro de las Regula et constitutiones propiamente dichas. Como ha estudiado Mora González (2005: 84), no se trata de una traducción del texto latino, sino más bien de un apéndice y complemento de este. Tanto el texto latino como el castellano llevan una introducción con sendas exposiciones históricas de los orígenes de la Merced, pero, curiosamente, ambas son muy distintas11. La introducción histórica latina es simplemente un resumen de la sección central del relato fundacional del Speculum de Nadal Gaver, con la triple aparición de la Virgen María a Pedro Nolasco, Jaime I y Raimundo de Peñafort, la fundación de la orden y su confirmación por el papa; la castellana, sin embargo, es mucho más extensa, con capítulos dedicados al nacimiento y juventud de Jaime I, la aparición de la Virgen, la fundación de la orden y, finalmente, el gobierno de la orden y el voto de redención de cautivos.
Aunque la obra de Gaspar de Torres quedó poco después eclipsada por las constituciones de Francisco Zumel desde el punto de vista institucional, ejerció sin embargo una notable influencia en los historiadores posteriores, tanto en el caso del propio Zumel como en el de Felipe de Guimerán, Alonso Remón, Bernardo de Vargas, Esteban de Corbera, Francisco Boyl, o de historiadores no mercedarios, como el dominico Francisco Diago (Mora González, 2005: 97-98).
Ni Gaspar de Torres ni Francisco Zumel pretendieron escribir una historia general de la orden, sino simplemente destacar sus orígenes presentando las constituciones, en palabras de Mora González, «como un eslabón en la cadena de un mandato divino expresado milagrosamente por boca de la Virgen María» (2005: 95). La primera obra histórica autónoma, es decir, que no consiste en capítulos introductorios u opúsculos complementarios, es la Breve historia de Felipe de Guimerán. Constituye el final y la culminación del primer periodo de la historiografía mercedaria, en el que la escritura histórica se caracteriza por su fragmentariedad y subsidiariedad, y, al mismo tiempo, el inicio y el germen de su segundo periodo, en el que brillaron los historiadores más ilustres de la orden. También le corresponde a la Breve historia el primer lugar en otra categoría, la de haber sido el primer texto compuesto por un mercedario completamente en romance después del Concilio de Trento.
El autor valenciano señala explícitamente en el prólogo de la obra cuáles han sido sus fuentes para la composición de la Breve historia: Guimerán maneja las cuatro fuentes historiográficas que hemos señalado, Nadal Gaver, Pedro Cijar, Gaspar de Torres y Francisco Zumel, además de «antiguas memorias que en algunos archivos nuestros he visto» (1591: ¶¶8v)12. Guimerán completa el relato histórico de la Merced también con fuentes externas a la orden, como el Llibre dels feits de Jaume I o los Anales de la Corona de Aragón de Jerónimo Zurita, con lo que su obra trasciende el ámbito limitado de la historiografía mercedaria y se inscribe en un contexto historiográfico más amplio.
En la primera mitad del siglo xvii se produce la eclosión de la historiografía mercedaria, debido fundamentalmente, como hemos comentado, a la necesidad, emanada de los capítulos generales de 1574 y 1587, de completar y ordenar la historia de la Merced para clarificar sus orígenes y al deseo de contar con figuras beatificadas o santificadas. El poeta y comediógrafo Alonso Remón fue el primero en componer una historia general de la Orden de la Merced que abarcara desde sus inicios hasta el momento de su escritura, la Historia general de la Orden de Nuestra Señora de la Merced redención de cautivos (1618-1633), una extensa y minuciosa obra de erudición tildada, años después, por Tirso de Molina de pesada y confusa (Mora González, 2005: 112). La Chronica sacri et militaris Ordinis B. Mariae de Mercede de Bernardo de Vargas (1619-1622), también más erudita que narrativa, se presenta de un modo más ordenado y accesible, y será una influencia decisiva en las crónicas posteriores; como confiesa Tirso, la Chronica es la principal fuente y modelo de su Historia general.
Otras dos obras, de alcance aparentemente más limitado, incluyen también historias de la orden; se trata de Vida i echos maravillosos de doña María de Cervellón, de Esteban de Corbera (1629) y N. S. del Puche, cámara angelical de María Santíssima, de Francisco Boyl (1631). La última de las grandes historias mercedarias de la primera mitad del siglo xvii es probablemente la más célebre de todas las crónicas de la orden, la monumental Historia general de la Orden de Nuestra Señora de las Mercedes terminada por Gabriel Téllez, Tirso de Molina, en 1639.
La obra de Guimerán es una fuente esencial en todas estas crónicas. Como ha estudiado Mora González (2005: 105-106), Remón copia extensos pasajes de la Breve historia y basa en ella su relato fundacional, Vargas y Corbera lo conocen y lo citan con frecuencia, y será la principal fuente de Boyl, continuador de la historia del Puig. Tirso menciona a Guimerán en nueve ocasiones, pero, como han estudiado Penedo Rey (1973-1974: cclxxxiii) y Mora González (2005: 150-153), aparentemente lo cita de segunda mano, y es poco probable que haya consultado la obra durante la composición de su Historia general.
4. Estructura y género de la Breve historia
El título completo de la obra es el siguiente: Breve historia de la Orden de Nuestra Señora de la Merced de Redempción de cautivos christianos y de algunos santos y personas illustres d’ella. Tráense cosas curiosas y de muy gran provecho a propósito del principal argumento. Trátase más en particular de la benditíssima casa de la Madre de Dios del Puche de Valencia, de sus milagros y de las personas famosas, assí frailes d’ella como seculares, que tienen en ella sepultura. Se revelan aquí los tres contenidos principales de los que consta el libro: el «principal argumento», una historia de la Orden de la Merced; una serie de contenidos subordinados a este («cosas curiosas y de gran provecho») y un elemento destacado dentro de este «principal argumento» o tema general («la benditíssima casa de la Madre de Dios del Puche de Valencia»).
La ausencia de una unidad temática clara ha confundido en ocasiones a los críticos que se han ocupado de ella, que han dudado entre situarla junto a las historias generales que se escriben en el siglo xvii o considerarla una obra de historia local13. La estructura y la jerarquía de los contenidos en la Breve historia no puede comprenderse sin reconstruir el proceso de composición de la obra, que afortunadamente Guimerán describe con todo detalle en su largo «Prólogo al lector» (1591: ¶7v-¶¶8v). El prólogo comienza con las siguientes palabras, en las que aparentemente Guimerán se está refieriendo a la obra que el lector tiene en las manos: «Mucho tiempo ha, amigo lector, que desseo escrivir los annales e historia de la sagrada religión de la Madre de Dios de la Merced y sacar a luz algunas cosas más notables que d’ella se pueden escrivir» (1591: ¶7v). Después de enumerar los contenidos que se incluyen en estos «annales e historia» de la Merced, el lector descubre que no se está haciendo referencia a la Breve historia, sino a una historia general que Guimerán está preparando y que, debido a diversas ocupaciones y estudios, todavía no ha podido concluir: «con el favor de Dios [...] podré escrivir d’ella [de la orden] en la historia que de propósito voy haziendo y, por muchas ocupaciones de otras cosas y estudios más precisos, no le he dado cabo aún» (1591: ¶¶v-¶¶2r).
A continuación, Guimerán afirma que, para componer la Breve historia, ha reunido dos tipos de materiales distintos: por un lado, ha podido «poner en orden algo» de esa historia general de la Merced in fieri; por otro, ha refundido un texto sobre «la fundación y milagros» hechos por la Virgen en el Monasterio del Puig que había escrito con ocasión del traslado de su imagen a la catedral de Valencia en 1588. Tras componer este segundo texto, centrado en el monasterio del Puig, decidió escribir brevemente «lo más notable» de las otras «casas» de la Orden de la Merced. Así, por tanto, se explica el contenido del libro y su título: el «principal intento», el objetivo principal, fue tratar del Monasterio del Puig, y a eso se han ido sumando una serie de materiales que constituyen una «breve y sumaria historia de lo tocante a toda la religión de la Merced»:
Repara toda esta cuenta, que por estas largas razones he dado, y estriba en el título que el libro lleva, que, con ser assí que lo que en el principal intento se trata es lo tocante a Nuestra Señora del Puche, han venido por aquí a juntársele al argumento principal otras cosas, que de todas ellas ha resultado una breve y sumaria historia de lo tocante a toda la religión de la Merced. Y assí le doy esse título, añadiendo luego lo que más de propósito se trata, que es esta casa (1591: ¶¶3v).
Esta afirmación resulta algo contradictoria, pues aparentemente Guimerán decidió situar en la segunda parte del título «lo que en el principal intento se trata», «el argumento principal» y «lo que más a propósito se trata», es decir, todo aquello relacionado con el monasterio del Puig, mientras que, en su primera parte, el título anuncia todos los contenidos que se han sumado a este tema principal, la «breve y sumaria historia» de la Orden de la Merced. De hecho, la misma expresión, «principal argumento», se usa en este pasaje con referencia a la historia del Puig y en el título con referencia a la historia de la Merced. Esta dislocación de la jerarquía temática en el título, en la que no habría que descartar una estrategia comercial diseñada en la imprenta de los herederos de Juan Navarro, resulta en parte engañosa, y es una de las causas por las que la Breve historia ha sido una obra difícil de clasificar.
La sección central del prólogo (1591: ¶¶3v-¶¶4r) está dedicada a la estructura y el resumen de la Breve historia, que consta de tres partes. La primera contiene el relato del origen y fundación de la Orden de la Merced, la descripción de las principales casas mercedarias, especialmente del Monasterio del Puig, y la historia de Jaime I. La segunda está dedicada a los milagros ocurridos en el monasterio del Puig y al relato del traslado de la imagen de la Virgen a la catedral de Valencia en 1588. Por último, la tercera está dedicada a las personas ilustres, tanto religiosos como seculares, que reposan en el monasterio del Puig.
Tras la descripción de las tres partes del libro, Guimerán añade un interesante párrafo en el que describe el tercero de los contenidos de la obra anunciados en el título («cosas curiosas y de muy gran provecho a propósito del principal argumento»):
En la narración de la historia quiebro a las vezes el hilo con digressiones de la materia que trato, señaladamente en la tercera parte, adonde, porque es nuestro intento hazer de aquellas vidas de nuestros padres un pequeño espejo para los que en esta casa moramos más que para ninguno de los otros lectores, [...] quise alargar la pluma en algunas más memorables d’ellas que se han offrecido, y conseguirá por esta manera mejor la escriptura su fin pretendido. Y por si alguna vez quedasse de la continua narración el gusto del lector empalagado, pareciome yrla sembrando de alguna variedad, quando de cosas divinas, quando de humanas, que van bien eslavonadas y concertadas con el propósito por que se traen (1591: ¶¶4r-¶¶4v).
Guimerán señala que el relato de los dos temas principales va a estar trufado de «digressiones» para «yrla sembrando de alguna variedad», especialmente en la tercera parte. En efecto, Guimerán, integrándose en el marco retórico de la varietas, añade numerosos excursos y digresiones de diferente naturaleza a los contenidos principales. Los dos primeros capítulos de la primera parte y el primero de la segunda (1591: 1-13 y 125-138), por ejemplo, consisten básicamente en reflexiones teológicas sobre el amor de Dios y de la Virgen, la naturaleza del ser humano, la providencia de Dios, la ordenación del mundo y la diferencia entre la verdad revelada y la verdad de los filósofos antiguos. En estos pasajes Guimerán exhibe su erudición bíblica, patrística y escolástica y su conocimiento de la historia y la filosofía antigua.
La tercera parte de la obra (1591: 196-292) consiste en siete biografías, cuatro de miembros egregios de la orden (Pedro de Amerio, Raimundo Alberto, Lorenzo Company y Juan Gilaberto Jofré) y tres de seglares (los duques de Segorbe y Cardona, doña Margarita de Lauria y Bernardo Guillermo de Entenza), todos ellos sepultados en el monasterio del Puig. En estas biografías encontramos digresiones de diverso tipo, algunas linderas con distintos géneros literarios contemporáneos. La narración de los dieciséis años de cautiverio en Túnez de Lorenzo Company constituye un relato de cautivos, en vívido contraste con el ambiente cortesano que se describe cuando Company es enviado como embajador del Rey de Túnez a Nápoles. La biografía de doña Margarita de Lauria, por otro lado, sirve de excusa a Guimerán para un extenso relato bélico sobre las batallas en las que participó su padre, Roger de Lauria. En el caso de la biografía de los Duques de Segorbe y Cardona, encontramos una suerte de mise en abyme, con una biografía dentro de otra biografía, la de Ramón Nonato. En la de Raimundo Alberto incluye Guimerán un jugoso diálogo entre el mercedario y el demonio, transfigurado en una doncella hermosa que quiere tentarlo con el matrimonio. El entusiasmo redentor de Lorenzo Company y su sacrificio como cautivo, por último, da pie a Guimerán para redactar una larga y apasionada lamentación sobre la tibieza de los religiosos contemporáneos para promover nuevas campañas de redención de cautivos.
El segundo capítulo de la segunda parte (1591: 138-177) consiste en sesenta y tres brevísimas narraciones de milagros llevados a cabo por Nuestra Señora del Puig y acaecidos usualmente bien en el mismo pueblo, bien en localidades cercanas. En la mayor parte de casos, Guimerán indica la fecha, el nombre de las personas implicadas en el milagro y sus oficios; excepto el primero, que corresponde a la salvación de Jaime II de un naufragio, los milagros suelen estar fechados en las dos o tres décadas anteriores a la redacción de la Breve historia. En estas breves narraciones encontramos curaciones milagrosas, resurrecciones, liberaciones de presos inocentes, mudos que empiezan a hablar y ciegos que vuelven a ver, salvaciones de ataques piratas, etc., en una prosa colorida con frecuente uso del estilo directo. Confluyen aquí, por un lado, la larga tradición literaria de relatos de milagros marianos y, por otro, la tradición oral de la cual debió de beber Guimerán. Estos breves relatos edificantes, además, suponen un interesante y valioso testimonio sobre la vida cotidiana, la devoción popular y la lengua coloquial en la Valencia del siglo xvi.
Algunos episodios de la historia de la Orden de la Merced le dan la oportunidad a Guimerán de insertar en su obra largas digresiones históricas. Es el caso, por ejemplo, del relato de la conquista de Valencia por Jaime I en los capítulos veinte a veintidós de la primera parte (1591: 100-117). La descripción de la imagen de Nuestra Señora del Puig le permite, por otro lado, otro largo excurso sobre el origen de las imágenes divinas en la historia del cristianismo (1591: 117-122).
El tercer capítulo de la segunda parte (1591: 177-195) consiste en el relato pormenorizado del traslado de la imagen de la Virgen a la catedral de Valencia en 1588 con ocasión de «cierta grave y pública necessidad por la qual hazía la yglesia oraciones sin intermissión» (1591: 177). Esta ocasión fue el ataque de la llamada Armada Invencible a Inglaterra, trance en que el arzobispo y patriarca de Valencia, Juan de Ribera, de acuerdo con el general y el provincial de la Merced, decidió trasladar la imagen a la catedral, «adonde se le hiziessen processiones y plegarias con muchos sacrificios y missas» (1591: 178), para alcanzar el favor divino en la contienda. El relato de este episodio que, como hemos visto, es el origen de la Breve historia, es casi un opúsculo independiente dentro de la obra e incluye la transcripción de una «litanía encomiástica» en latín dispuesta en dos columnas (1591: 180-184).
Con ocasión del regreso de la imagen al Puig, Guimerán transcribe también una carta en latín que se colocó en la puerta de la iglesia el mismo día de su llegada al monasterio, titulada «Sacrae huius aedis ad effigiem Deiparae Virginis de eius reditu elogium». En palabras de Guimerán, «siguiendo aquella figura de hablar que los retóricos llaman prosopopeya» (1591: 186), el propio monasterio se dirige a la Virgen contándole la pena que ha sentido durante su ausencia y dándole una calurosa bienvenida. Guimerán, a continuación, traduce este elogio latino al castellano en octavas reales. Esta cuidadosa traducción en verso y la referencia al recurso retórico de la prosopopeya, junto con las indudables dotes e inclinaciones literarias del autor de la Breve historia, sugieren que el autor de esta carta fue probablemente el propio Guimerán, testigo presencial de los hechos, como ya apuntó Juan Devesa (1968: 65). La letanía y el elogio latino, junto con su traducción castellana, incluidos en este capítulo, son solo dos ejemplos de un procedimiento frecuente en la Breve historia, también propio de la varietas, en virtud del cual se insertan, al hilo de la narración, textos de diversa procedencia en latín, castellano o valenciano, generalmente de carácter literario.
Así pues, la adscripción sin más de la Breve historia de Guimerán al género historiográfico y, de manera más restrictiva, a la historiografía eclesiástica, supone una simplificación de la variedad y la complejidad de discursos, géneros y tradiciones imbricados en el texto. La adición de contenidos doctrinales, teológicos, edificantes, espirituales y literarios, a veces subordinados al discurso histórico, a veces yuxtapuestos, aproxima la Breve historia al género típicamente renacentista de la miscelánea14.
5. Sentidos de la Breve historia
En el prólogo de la Breve historia, Guimerán expone tres objetivos con los que compuso su obra. El primero de ellos es la necesidad de que, precisamente en este momento, se ilustren y honren no solo la Orden de la Merced, sino todas las órdenes religiosas, a través de la escritura de sus historias (1591: ¶7v-¶8r). El segundo, relacionado con el anterior, es «confundir a los hereges», que atacan a las órdenes religiosas, «el coraçón de la Yglesia», por su defensa de la fe frente a la herejía (1591: ¶8r-¶8v). Estos dos objetivos se alinean claramente con la ideología postridentina de la Contrarreforma, en la que las órdenes religiosas tradicionales, tras someterse a un proceso de reforma, y otras nuevas, como la jesuita, se convierten en la punta de lanza de la defensa frente a los ataques de los protestantes. En palabras de Guimerán, «quien sublima las religiones, hecho espada de Dios, haze un hazañoso degüello de heregías» (1591: ¶8v). Por otro lado, dos de los contenidos principales de la obra claramente destacados en el título, la exaltación de los santos y de la Virgen María, obedecen a decretos directamente emanados del propio Concilio de Trento. De ahí la insistencia en uno de los elementos fundamentales de la identidad mercedaria, es decir, la naturaleza divina de la fundación de la orden, creada por intercesión de la Virgen María.
El tercero de los motivos esgrimidos por Guimerán para componer su obra es de alcance más limitado: «servir a la ciudad de Valencia» ilustrándola con la historia del Monasterio del Puig, frente a la opinión de algunos de que Valencia carecía de una «casa de la Madre de Dios de tanta calidad y veneración como las tienen otros reynos vezinos» (1591: ¶¶4v-¶¶5r).
Otros de los objetivos de la obra de Guimerán pueden deducirse de la situación en la que se encontraba la Orden de la Merced a finales del siglo xvi y de las actividades que se estaban promoviendo en este momento. Como hemos señalado, tras los capítulos generales de 1574 y 1587 se prescribió la necesidad de clarificar la historia de la orden y de exaltar a sus principales figuras con vistas a su próxima beatificación o canonización. Guimerán cumplió con este mandato tanto desde el punto de vista literario, mediante la escritura de la Breve historia, como desde el institucional, encargando la composición de diversas obras con esta finalidad durante su generalato. Por otro lado, en un momento en el que Felipe II está interviniendo personalmente en la problemática reforma de la Orden de la Merced, no es de extrañar la prominencia de la figura de Jaime I en la Breve historia y la insistencia en la fundación real de la orden, fortaleciendo así el vínculo entre la Merced y la monarquía hispánica.
Otro objetivo de la obra relacionado con la situación contemporánea de la orden podría ser el postulado por Josep Lluís Sirera en el caso de una obra contemporánea a la Breve historia, la comedia de santos La fundación de la Orden de Nuestra Señora de la Merced del canónigo valenciano Francisco Agustín Tárrega, compuesta en la última década del siglo xvi15. En opinión de Sirera, los mercedarios valencianos estaban deseosos de recuperar para Valencia el carácter de provincia que habían perdido en el capítulo general de Guadalajara de 1574, y para ello se esforzaron en ensalzar el arraigo de la orden en la ciudad y el peso del Monasterio del Puig en su pasado y su presente (Sirera, 1986: 192).
Una última línea de interpretación de la obra de Guimerán la ofrece el hecho de que decidiera emplear el castellano, y no el latín, en su Breve historia. Citando un famoso pasaje de la obra De los nombres de Cristo (1583) de su contemporáneo fray Luis de León, Guimerán explica así su elección:
Y cierto me parece una discreta y pía consideración que un grave doctor escrive, diziendo ser del todo necessario en nuestros tiempos escrivirse libros en romance de pía y santa doctrina con que se acuda al común menester y necessidad que todos tienen d’ella, y juntamente quiten de las manos de los hombres y sucedan en lugar de los libros dañosos y de vanidad, y por tanto todos los buenos ingenios en quien puso Nuestro Señor partes y facultad para semejante negocio tener obligación de ocuparse en él (1591: ¶8r).
Para Guimerán, a diferencia tanto de los historiadores mercedarios que le precedieron como de los que vinieron después, los lectores de su libro no se limitan a los miembros de la Orden de la Merced. Haciendo suyas las palabras de fray Luis, Guimerán siente la obligación de acudir a la necesidad que «todos» tienen de pía y santa doctrina, y desea que libros edificantes como el suyo sustituyan a otros dañinos y vanos en «las manos de los hombres».
Esta orientación está en consonancia con el carácter lindero con lo literario, como hemos visto, de la Breve historia, que hace del texto una obra única en la historiografía mercedaria, situada entre la escritura institucional, ligada a las constituciones, de los historiadores anteriores, y la exhaustividad y la sobriedad de las grandes crónicas del siglo xvii.
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Recibido: 09/06/2021
Aceptado: 19/07/2021
La Breve historia de la Orden de Nuestra Señora de la Merced de
Felipe de Guimerán (1591), entre historiografía y miscelánea
Resumen: El principal objetivo de este trabajo consiste en la presentación de las características fundamentales de una obra poco conocida en la historiografía eclesiástica del siglo xvi: la Breve historia de la Orden de Nuestra Señora de la Merced, publicada en Valencia en 1591. Escrita por el fraile mercedario Felipe de Guimerán, que alcanzaría años después el generalato de la orden, la Breve historia es una obra singular en el marco de la historiografía mercedaria y eclesiástica. Los contenidos históricos de la obra se complementan o yuxtaponen con textos relacionados con distintos géneros literarios auriseculares, de acuerdo con un concepto de varietas que permitiría asociar la Breve historia con otras obras misceláneas de este periodo.
Palabras clave: Felipe de Guiméran, Orden de la Merced, historiografía, miscelánea, Siglo de Oro
The Brief History of the Order of Our Lady of Mercy by
Felipe de Guimerán (1591): between historiography and miscellany
Abstract: The main goal of the paper is to present the fundamental features of the Brief History of the Order of Our Lady, an almost unknown work of ecclesiastical historiography published in Valencia in 1591. Written by the Mercedarian friar Felipe de Guimerán, who would later become Master or the Order, the Brief History is a singular book in the context of Mercedarian and ecclesiastical historiography. In this book, the historiographical material is interspersed with numerous sections related to several 16th century literary genres. This varietas connects the Brief History with other miscellanies from this period.
Keywords: Felipe de Guiméran, Order of Mercy, Historiography, Miscellany, Golden Age.
1 La biografía de Guimerán escrita por Tirso de Molina la encontramos en el capítulo VIII de la segunda parte de su Historia general de la Orden de Nuestra Señora de las Mercedes, dentro de la serie cronológica de los generales de la orden (Penedo Rey, 1973-1974: II, 319-330). Joaquín Nolasco Martín dedica varias páginas a Guimerán en el manuscrito que, con el título de Anales de la provincia de Valencia, del real y militar Orden de Nuestra Señora de la Merced, redención de cautivos, se conserva en el monasterio del Puig (Millán Rubio, 2017: 153-156). El principal mérito de la tercera de las biografías mencionadas (Vázquez Núñez, 1934; reimpr. sin cambios en 1966: 375-380) se encuentra en el trabajo de archivo realizado por su autor, que le permite documentar algunos de los episodios de la vida de Guimerán. Las dos semblanzas biográficas más recientes son las de Zuriaga Senent (2002: 207-208; 2005: 153-155), que reproduce la información proporcionada en el artículo de Vázquez Núñez, y la de Millán Rubio (2017: 573-576).
2 Las seis obras conservadas son las siguientes: 1. Breve historia de la Orden de Nuestra Señora de la Merced. Valencia: Herederos de Juan Navarro, 1591; 2. Sermón que predicó el muy reverendo Padre Maestro fray Felipe Guimerán, vicario provincial de la provincia de Aragón, de la Orden de Nuestra Señora de la Merced, en las fiestas del Beato Padre San Luys Bertrán (Gómez, 1609: 310-167); 3. La insigne y exemplar vida y muerte del venerable padre y siervo de dios fray Pedro Nolasco, religioso de la Orden de Nuestra Señora de la Merced, redempción de cautivos. Valencia: Juan Chrysóstomo, 1610 (Olianas, 2009); 4. Carta circular que ordena que se dé la absolución general en las grandes solemnidades (Tenza, 1611: 90-95); 5. Regla y constituciones de las monjas recoletas de la Assumpción de Nuestra Señora de la ciudad de Sevilla. Valencia: Pedro Patricio Mey, 1614; 6. Prólogo de la obra de Francisco Andreu Ceremoniale sacri ordinis Beatae Mariae de Mercede Redemptionis captivorum. Valencia: Patricio Mey, 1614. No se han conservado las siguientes siete obras: Orden judicial para las provincias de América, Epistola Pastoralis, qua subditos invitat ad perfectam suae Regulae observantiam, Constituciones reformadas de los descalzos de la Merced, Exercitia spiritualia, De las excelencias de S. Joseph, Notas a las obras de Nadal Gaver y De voto paupertatis et de usu rerum quem habere possunt religiosi.
3 Para el estudio de este periodo de la orden es imprescindible la consulta de la obra de Bruce Taylor (2000), donde amplía y reelabora algunos materiales publicados con anterioridad (1993 y 1998): véanse también Vázquez Núñez (1931: 391-541; 1936) y el volumen colectivo La Orden de Santa María de la Merced (1218-1992). Síntesis histórica (VV. AA., 1997: 103-191); un buen resumen, junto con la transcripción de interesantes documentos, se encuentra en la tesis doctoral de Concepción Rodríguez Parada (2008: 83-134).
4 Doce de los catorce maestros generales desde 1401 habían pertenecido a conventos de Cataluña (Rodríguez Parada, 2008: 92).
5 Sobre este aspecto particular, Taylor afirma que «[l]os múltiples problemas que rodeaban la fundación de la Orden y su posterior refundación, a inicios del siglo xiv, nunca adquirieron más aguda expresión que durante la Contrarreforma, cuando las resoluciones de Trento exigieron que las órdenes religiosas regresaran a su observancia primitiva. Lo que los reformadores de Felipe II descubrieron, sin duda con disgusto, fue una orden para la cual, dadas la complejidad o, de hecho, la implausibilidad de su historia institucional y su propia y peculiar naturaleza, los decretos tridentinos no se adecuaban en absoluto. Por consiguiente, la reforma de los mercedarios no pudo comportar, como en el caso de otras congregaciones, la aplicación de una observancia espiritual originaria, ya que las bases para ello apenas existían» (1993: 194).
6 Sigo aquí a Taylor (1998: 560-561) y a Rodríguez Parada (2008: 96-97).
7 Fernández Terricabras (1998) ha estudiado este aspecto de la política religiosa de Felipe II en Cataluña.
8 Véanse Vázquez Núñez (1936: 9-16) y La Orden de Santa María de la Merced (1997: 145-151).
9 Los trabajos fundamentales sobre la historiografía de la Merced en este periodo son González Castro (1981) y, sobre todo, Mora González (2005: 69-121), a quien sigo en este apartado; véanse también el extenso capítulo de la tesis doctoral de Zuriaga Senent (2005: 87-201) y el trabajo de León Cázares (2012: 1357-1369); hay diversas observaciones interesantes en la introducción de Penedo Rey a la Historia general de Tirso de Molina (1973-1974, especialmente clxiii-clxiv), aunque sorprendentemente desatinadas en el caso de Guimerán.
10 Como afirma Zuriaga Senent, «la obra de Gaver influyó de manera clara en la tradición histórica de la provincia de Castilla, mientras que la obra de Cijar lo fue en los escritores de Aragón» (2005: 104).
11 Sigo aquí el detallado análisis de Mora González (2005: 84-88).
12 Los primeros veinte folios del impreso de 1591 no están numerados, de manera que cito por sus signaturas: ¶-¶¶8 ¶¶¶4.
13 Mora González, por ejemplo, escribe: «Tres años después de Zumel escribe su Breve Historia fray Felipe Guimerán. No se trata, como ya hemos visto, de una historia general, sino de distintos capítulos de la historia de la Merced sin verse bien el hilo conductor» (2005: 150).
14 La bibliografía sobre la miscelánea en el Renacimiento, su consideración como género y las obras vernáculas hispanas a las que podría aplicarse este marbete es ya considerable desde el artículo seminal de Rallo Gruss (1984); el texto de referencia sobre la cuestión es ahora Bradbury (2017).
15 José Luis Canet (1985: 30-31) considera que la obra de Guimerán podría haber sido la fuente principal de Tárrega para la composición de su comedia.
Edad de Oro, XLI (2022), pp. 133-151, ISSN: 0212-0429 - ISSNe: 2605-3314
DOI: https://doi.org/10.15366/edadoro2021.41.008